Escritora

Hasta hace poco, las leyes de Estados Unidos entraban en los dormitorios de las personas libres, de aquéllos que compartían cama por voluntad propia. Establecían fronteras entre lo que era o no lícito. La sodomía estaba prohibida. Como si el Gobierno tuviese el derecho de instalar una cámara en los dormitorios de las personas adultas para controlar su sexualidad. O como si se atreviesen a asomarse por el ojo de la cerradura de cualquier hijo de vecino, que paga sus impuestos y pretende vivir tranquilo.

Esa ley acaba de ser suprimida. Más vale tarde que nunca, pero la sexualidad entre los adultos que actúan libremente no es una cuestión de leyes, sino de decisiones conjuntas. Las relaciones solamente se viven en libertad.