No sé si quien creó el refrán conocía a muchas de las buenas gentes de Talaván, como tampoco sé si ciertamente son tan ruidosas como afirma; lo que sí sé a ciencia cierta, es que las grullas son de las aves más ruidosas que conozco, y pude comprobarlo por última vez el pasado fin de semana, cuando en las cercanías de la desmantelada central nuclear de Valdecaballeros observé más de tres mil grullas volando sobre mi cabeza, una concentración para preparar el viaje de regreso a sus lejanas tierras de origen. No parece que estas aves tengan miedo de que el sonido que emiten y que denominamos trompeteo, audible a cientos de metros, pueda suponer un peligro para ellas.

Pero no se preocupen que no voy a hablar del ruido, sino de todo lo contrario, hablaré del silencio, no del silencio que permite la reflexión o el disfrute de la música, o los sonidos de la naturaleza, como el de las grullas, hablaré del silencio cómplice, del silencio impuesto muchas veces por parte de una sociedad o institución, que permite que la verdad sea sepultada bajo una losa cobarde, adornada con flores de aduladores.

Desde esta tribuna he tratado de dar a conocer la belleza de la naturaleza que nos rodea, la gente que aquí vive, sus tradiciones y fiestas, su rico patrimonio cultural, y también, cómo no, ha servido para denunciar o criticar cualquier atentado contra él o contra quienes aquí viven, aunque esta labor sea más ingrata y me haya ocasionado no pocas veces críticas y problemas.

Me produce tristeza que alguien te diga lo de: "denúncialo tu que puedes", porque significa que algunos no tienen la libertad de poder hacerlo. Y me entristece aun más cuando no es uno el que calla, sino muchos, cuando se extiende el silencio y asesinamos cualquier posibilidad de cambiar las cosas. Tapar las bocas, o comprar la opinión de los ciudadanos, ya sea con castigos o con prebendas, es una forma de abonar el servilismo.

XEXISTEx una ley del silencio que a veces es soportada por trabajadores, obreros, asociaciones, que motiva que no denuncien atropellos, arbitrariedades o injusticias. Una forma temible de miedo que hace que algunos solo se manifiesten desde el anonimato; los comentarios con seudónimo en los periódicos son buena muestra de ello, son cobardes parapetados detrás de una máscara que generalmente se muestran faltones cuando saben que no pueden ser descubiertos.

La existencia de ciudadanos críticos ayuda a mejorar a nuestros gobernantes, a nuestra ciudad y a nuestra tierra, denunciar la realidad cuando esta no es buena es ayudar a hacer sociedad y por contra escuchar solo la opinión de los aduladores que rodean a la mayor parte de los políticos y dirigentes generalmente va en contra del interés colectivo y de la defensa de la justicia.

Participar de causas que de antemano se sabe que están perdidas es una forma de valentía cívica, valentía cuando vivimos en una sociedad muy a menudo fatalista y determinista en la que la mayoría piensa que el que levanta la voz, sale perdiendo. La ley del silencio nos exige estar callados ante una injusticia, nos obliga a mirar para otro lado para no comprometernos. Bernstein afirmó que "la elocuencia del poder está en el silencio que genera". La cobardía, el ir cada uno a lo suyo, el medro personal, el mirar para otro lado o el encogerse de hombros, son el caldo de cultivo que manejan quienes quieren imponer su ley del silencio.

XDICEx Carlos Rosales que hay silencios que enlutan la vida entera, por eso cada día admiro más a quienes tienen la valentía de denunciar las injusticias, las arbitrariedades, las trampas, las canalladas, la doble moral, los intereses ocultos y a menudo mezquinos. La connivencia con el poder, con quienes nos gobiernan, es tan clara como perversa, decía Víctor Hugo que "entre el gobierno que lo hace mal y el pueblo que lo consiente, hay cierta solidaridad vergonzosa".