Se resistió a ser ministro, convenció a Zapatero de la importancia de su papel en la retaguardia del partido y ahora es el hombre de moda y uno de los miembros del Ejecutivo con más brillante porvenir.

Es José Blanco , responsable de Fomento, y al que Zapatero describe como "magnífico" en público y en privado.Tal es su papel de valedor de la política gubernamental que en muchas ocasiones, como esta semana en un acto de Nueva Economía, parecía que el jefe del Ejecutivo fuera él mismo por la contundencia con la que rechazó cualquier cambio ministerial, alegando que eran "especulaciones sin fundamento" y que "nadie nos va a enredar ni a distraer del objetivo".

Teniendo en cuenta que la formación de un Gobierno es una competencia exclusiva del presidente, o Blanco es la almohada con la que consulta Zapatero, o se ha convertido en su mano derecha sustituyendo a las tres vicepresidencias.

También confirmó, con absoluta rotundidad, la amplia reestructuración del sector público empresarial, pero nada dijo de la poda de cargos públicos en el segundo nivel de la Administración que está levantando ampollas entre los distintos misterios.

Mucho hablar de medidas de eficiencia energética, pero ni una palabra del prometido recorte que iba a aprobar el Consejo de Ministros y que todavía andan pactando en los distintos ministerios. No saben cómo agrupar subsecretarias y direcciones generales para amortizar los 340 altos cargos a los que se ha comprometido el Gobierno.

En Exteriores parece que no va a desaparecer la Secretaría de Estado de Relaciones con la UE, rumor que hizo a López Garrido verse con la maletas de vuelta a Madrid. Y es que la guillotina del paro pende sobre las altas instancias de los ministerios donde, a estas horas, hay montado un verdadero guirigay de rumores sobre decapitados y consolidados.

Mientras, Blanco, hombre fuerte también en el partido, dice que el PSOE acatará la sentencia del Constitucional sobre el Estatut "sea cual sea". ¿Y el PSC?