Lo de menos es que un curato (ni siquiera importa el nombre, ni dónde oficia) diga que Franco fue demasiado indulgente con los «rojos» y que debería haber ordenado más fusilamientos, más muertes, y señale a Santiago Carrillo como ejemplo, al que Franco habría perdonado, dice, porque Franco era «hombre de bien y militar obediente al honor». Lo grave es que no se actúe judicialmente (y de oficio) contra quien reivindica el franquismo, exalta la dictadura y hace apología de la muerte.

Pero hay más, y no menos grave: el curato («cargo espiritual del cura de almas», según la RAE) también alienta a los católicos a «combatir las agresiones de la izquierda radical» y, animadillo de mistela, apela al carácter histórico que tiene para los católicos la fecha del 18 de julio, por «los inmensos bienes que el franquismo nos proporcionó», dice. Y está bien que lo diga, porque es cierto: Franco se benefició de la Iglesia (lo llevaba bajo palio) y la Iglesia se benefició de Franco. Pero la cuestión ahora es otra. La cuestión es si nada tiene que decir la jerarquía eclesiástica, desde el obispo de la diócesis correspondiente hasta el papa Francisco. ¿Ni siquiera una amonestación por animar a los católicos a combatir una izquierda que será radical pero es democrática? Quizá la Iglesia opine como el curato, el cual sabe además quiénes forman esa izquierda y lo que hacen: «La Sexta, Público, Podemos, Esquerra Republicana y el PSOE, que están fomentando el odio a la fe». ¿Pobre hombre?

Si no se actúa judicialmente por apología del franquismo (perdón, de la muerte) ni hay amonestación eclesial por alentar a los católicos contra partidos y medios de comunicación democráticos (perdón, de izquierdas) es porque nunca se ha hecho. Aún se espera, por ejemplo, que socialistas y homosexuales, conjuntamente o cada uno por su lado, tengan algo que decir sobre él respecto a que el cáncer de Pedro Zerolo fue «un castigo divino», ya que era «un pecador público (...) un mal ejemplo contra la moral católica, y por lo tanto un inductor de la juventud».

Por cierto, su nombre es Jesús Calvo y oficia en Villamunío (León).