Escritor

Voy a correr el riesgo de decir algo, por lo que Ibarra va a ser todavía más odiado por sus enemigos y por los míos, y yo a su vez pasaré algún día a una cuneta española, gracias a la que mis herederos se forrarán durante ochenta años. Por favor, sujétense a la silla, y si no tiene respaldo apóyense en la pared más cercana. He observado, sí, lo siento, no me lo perdonen nunca, lo agradeceré, pero me gusta ir con la verdad por delante y dar cuenta de lo observado. Lo siento, lo confieso. Por favor, tengan piedad de mí. He observado, Dios mío perdona este atrevimiento, pero es que sucede lo mismo que cuando después de la guerra y con dos cañones a ambos lados de la epístola, se producía el mismo efecto. Quiere esto decir que algún día lo veremos en los altares. Evidentemente con más razón que monseñor, que era un chiquilicuatre. Esto va en serio, y pasa como en el Corpus cuando los hombres pisan las juncias. ¿Me atreveré? Tengo miedo a decirlo. A lo mejor se lo toma también a mal Copete, que tiene los nervios a flor de piel. O el consejero de Educación, pero qué quieres, consejero, los niños y los estudiantes adultos son unos impresentables en su gran mayoría. Algunos parecen incluso salidos de Alcalá Meco, y otros pasan de Biblioteconomía y se introducen en La Galera del museo a hacerse pajas. Todos alguna vez, o casi todos, nos hemos hecho pajas, pero éstos son además unos guarros. ¿Y ellas...? Oh, ellas, qué tías... Y todos fascistas además... Bueno, pues sigo sin atreverme. ¿Podré salir a la calle después de esta columna? ¿Me tirarán al codillo...? Bueno, ahí va... Rodríguez Ibarra produce silencio... Como lo oyen. Estaban todos esperándolo dándose besitos y era una algarabía, y se produjo el silencio. Incluso algunos, hasta se habían cardado el pelo de lo que esperaban. Y para colmo, va Joaquín Sabina y lo cita de continuo. Ahí está la guinda: Rodríguez Ibarra, produce silencio. Perdonen las molestias.