El silencio entre dos personas puede ser entendido o vivido de muy diversas maneras. Hay silencios cómplices y satisfactorios, hay silencios incómodos, angustiosos y difíciles, hay silencios que no significan nada ni se espera nada de ellos. También los hay insospechados y hasta desconocidos, que sólo adquieren existencia una vez que han pasado, como mirados por el retrovisor. Los hay de todo tipo, pero indudablemente aquellos que dejan huellas, aquellos que reposan con el café, son los silencios que descansan en las manos, en las caricias, en los besos y en los abrazos, silencios que hablan con gestos, con la proximidad, con el tacto y el cuerpo a cuerpo. Estos son los que pesan y reponen el abecedario completo para volver a crear un lenguaje distinto. "Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, / acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma", afirma Luis García Montero . Y la primavera inaugura el tiempo de las flores, los árboles desnudos destellan con pequeñas oportunidades de vida, el espacio se llena de color y aparecen lugares propicios para el amor, como decía Angel González . Así pues, en este momento de déficit económico, donde cajas, bancos y sucursales nos llenan de pesadumbre generalizada, nada mejor que aferrarnos por fin a los ritmos de la naturaleza y comprobar como las parejas, de las noveles a las experimentadas, crean nuevos vocabularios, nuevas palabras, otras opciones, un sorprendente excedente de producción. Si la decidida capacidad de racionalización y análisis pormenorizado no ofrece otra visión que la oscuridad, por mucha verborrea que se le ponga, cambiemos el punto de vista aunque sea por unos minutos al día, sabiendo que si bien el alimento del alma no alimenta el cuerpo por lo menos hay silencios que llenan.