Con la farragosa y a veces incomprensible retórica que la caracteriza, la llamada izquierda aberzale acaba de dar por terminado el debate abierto hace meses sobre su posición cara al futuro de Euskadi. Sin mencionar ni una sola vez a ETA y empleando la palabra "violencia" únicamente en dos ocasiones, el documento final del debate se compromete a usar "vías y medios exclusivamente políticos y democráticos", afirma que "el proceso democrático tiene que desarrollarse en ausencia total de violencia y sin injerencias" y apela a la propuesta de Alsasua, del pasado noviembre, y a los principios del senador de EEUU George Mitchell --mediador en el conflcito del Ulster--, en el sentido de que "nadie podrá utilizar la fuerza o amenazar con su uso" en unas eventuales negociaciones entre los partidos vascos.

No es la primera vez que los cómplices de ETA utilizan esa palabrería. Lo hicieron ya en el 2004 en la propuesta de Anoeta que permitió la apertura del último proceso de paz. Pero esta vez no va a ser suficiente porque el Gobierno exige, con razón, la desvinculación total entre la izquierda aberzale y ETA, y el abandono por esta de las armas como paso previo a cualquier diálogo. El Gobierno vasco ha recordado que el documento se compadece mal con las informaciones que los mandos antiterroristas poseen sobre los proyectos de ETA. Incluso las fuerzas que ven en el documento pasos en la buena dirección --PNV, EA, Aralar, etcétera--, consideran que es "insuficiente" para recuperar la credibilidad. El texto no solo no condena a ETA, sino que justifica implícitamente la actividad terrorista.