España inaugura hoy el sincrotrón Alba, la instalación científica más grande y más cara que se ha construido en nuestro país, con un coste de más de 200 millones de euros financiado por el Gobierno central y la Generalitat catalana, con participación de fondos europeos. Pronto se harán circular por el anillo del Alba electrones a una velocidad cercana a la de la luz, lo que producirá haces de rayos X de gran potencia que tienen muchos usos en biología, química y la ciencia de materiales. Ha sido una apuesta de veinte años de sus promotores, que estarán lógicamente muy satisfechos de llegar al final de esta etapa. Para los ciudadanos españoles, la entrada en servicio del sincrotrón en la localidad de Cerdanyola del Vallès debe ser también motivo de gran satisfacción. Una instalación de este tipo quiere decir que se ha tenido la idea y la ambición de alzar el primero de estos instrumentos del sur de Europa y haber podido reunir la financiación necesaria. Pero, sobre todo, que se ha sabido coordinar el esfuerzo de decenas de científicos, ingenieros, arquitectos y trabajadores especializados para diseñar y realizar la compleja estructura. Y desarrollar y usar tecnologías avanzadas que han producido una experiencia de gran valor. Llegar al final ya es en sí mismo un hito importante.

Ahora será preciso usar esta nueva máquina. En realidad, el sincrotrón no es más que una herramienta que se deberá amortizar con resultados científicos y económicos. Debemos confiar en sus responsables, que hasta ahora han demostrado su capacidad. Deberá vigilarse que la burocracia que rodea nuestras instituciones no ponga palos en las ruedas de una instalación que necesita flexibilidad y un entorno rico en iniciativas. De hecho, algunas de las previstas, como un instituto de biología estructural, aún no han visto la luz. Y, sobre todo, es preciso esperar que las posibilidades que abre el sincrotrón sirvan para estimular la investigación pública y privada.

Casi como una metáfora de la situación económica, las empresas constructoras ya han demostrado que pueden alzar una instalación como el sincrotrón y ahora pasan el testigo a la comunidad científica y a grandes y pequeñas empresas químicas, farmacéuticas o de nuevos materiales que deben aprovechar la oportunidad tecnológica que se les ofrece. Eso querrá decir que construimos la sociedad de economía avanzada que corresponde a un país europeo como el nuestro. El reto del sincrotrón Alba empieza ahora.