El movimiento sindical ha logrado a lo largo de la historia importantes conquistas que han servido para mejorar la vida de los trabajadores y transformar la sociedad. Los sindicatos representan una tradición de siglos de lucha. Sus orígenes están marcados por la persecución y la clandestinidad. A sus espaldas quedan cajas de resistencia, huelgas, pérdidas de libertad e incluso de la vida para lograr importantes avances laborales. Como grupos defensores de intereses colectivos han luchado prácticamente solos en el pasado. Hoy, en cambio, la sociedad se ha transformado; se ha hecho más plural y han proliferado otros agentes que también persiguen objetivos de mejora social: consumidores, pensionistas, personas dependientes, amas de casa o desahuciados.

El contraste de los orígenes sindicales con la actualidad es abismal. Los más ortodoxos censuran que hayan caído en la institucionalización y el pactismo, cuando no, en la burocracia y el acomodo. Se subraya también que las democracias occidentales tratan de mantener el diálogo social entre sindicatos y empresarios para orientar la paz social y evitar así movilizaciones y huelgas a costa de los derechos de los trabajadores. Sin embargo, lo que más daño ha hecho a los sindicatos han sido conductas poco éticas y los casos de corrupción en que se han visto envueltos.

Cuando se traicionan siglos de lucha obrera, se traiciona el alma sindical. Por eso, la histórica lucha sindical no puede servir de excusa a los errores cometidos por las cúpulas sindicales. Tampoco los casos de corrupción deben servir de pretexto para hacer un juicio negativo del movimiento sindical. Aunque una cosa es clara: las organizaciones sindicales pierden toda su legitimidad cuando se olvidan de su genuina función y se alejan de la realidad de los trabajadores. A ello ayuda la dependencia de la subvención pública. Un sindicato subvencionado siempre será un sindicato controlado.

Hoy en día, el movimiento sindical, si no quiere perder su esencia, debe volver a sus orígenes y renunciar a sus privilegios. La renovación que le haga ganarse a la ciudadanía y aumentar la afiliación debe partir de sus propios militantes. En una economía de mercado siempre serán necesarios los sindicatos y las organizaciones empresariales para que, en pugna legítima, equilibren las relaciones económicas y laborales. Desde este hacer, los sindicatos no solo tienen historia, también tienen futuro.