Hace unos días leí en la revista norteamericana New Yorker un reportaje sobre un nuevo síndrome, que afecta a los niños refugiados en Suecia.

Esta enfermedad podemos traducirla como síndrome de aflicción y se da en aquellos menores que llevan viviendo en Suecia años, están plenamente adaptados, integrados en la ciudadanía sueca, pero serán repatriados junto a sus padres porque el gobierno no les concede el asilo.

Algunos de los síntomas son mutismo (dejan de hablar sin causa física aparente), pérdida importante de peso y parálisis (aunque no se detecta ninguna disfunción que lo explique). Tan grave está siendo que algunos hospitales han habilitado plantas exclusivamente para tratar a estos menores.

Tal vez este síndrome desaparecería si los niños no tuvieran que padecer a tan temprana edad el estrés del desarraigo.