No soy psicólogo, pero llevo toda la vida en institutos y universidades. Soy profesor y sé algo de lo mío, y también de niños y adolescentes. La educación está hecha una porquería, y no solo en los colegios, sino también en las casas. Hay niños malos de nacimiento, pero el 90% de la responsabilidad de que un niño salga bien o mal la tienen los mayores. El otro día oí en la radio unos testimonios espeluznantes, de madres cuyos hijos eran unos tiranos. El síndrome del emperador, lo llaman los psicólogos modernos. Son niños egoístas que incluso llegan a pegar a sus padres. Decía una señora que su hijo destrozó un día la habitación porque no encontraba el cable del MP-3. Otro niño (este, de 22 años) había agredido a sus padres porque le habían dicho que se levantara para acudir a una entrevista de trabajo. Hablamos de niños y hombres que no quieren estudiar ni trabajar. Que no tienen otras inquietudes que no sean las de escuchar música, jugar a la consola y chatear. Personas que, en muchos casos, acaban delinquiendo. Recuerdo a un alumno del instituto que ya con 12 años era un coñazo. Tras repetidas llamadas de atención, no hubo más remedio que expulsarlo. La madre, sin embargo, venía y nos ponía verdes; era imposible razonar con ella. La educación es una cuestión de roles. Los padres deben ser padres, y no amigos de sus hijos. Y lo mismo los profesores: no se puede ser amigo de los alumnos. A los niños hay que educarlos con autoridad y disciplina, decirles lo que está bien y lo que está mal; educarlos para ser personas y no emperadores. Me inquieta la facilidad de muchas personas para tener hijos a una edad precoz. Como me inquieta la facilidad con que tales padres echan a perder las vidas de esos niños.

Paco Gómez Escribano **

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