Existe algo que no comprendo, esto es, no entiendo como las personas progresistas se han dejado arrebatar el término competitividad por gentes de pensamiento reaccionario, o sea, por los inmovilistas de toda la vida.

Los progresistas estamos obligados a adueñarnos, de nuevo, de ese término; a hacerlo nuestra seña de identidad si no queremos pasar a la historia como unos calzonazos. Fundamentalmente hemos de recuperarlo en relación a nuestro sistema productivo.

Como progresistas no nos podemos permitir que la indolencia, la desmotivación, la abulia, campe en el aparato productivo de nuestras empresas consecuencia de unas relaciones laborales y de producción obsoletas ancladas en el siglo XIX; en las que el trabajador aparece a los ojos del empresario, sea este público o privado, como su enemigo y no como un colaborador necesario, más bien imprescindible, con el que debe de mantener unas relaciones de simetría, de cooperación, de cogestión en su proyecto empresarial; en definitiva, de afectividad y de empatía.

Los retos del siglo XXI nos exigen adaptarnos, al objeto de no ralentizar el crecimiento de nuestra producción, a las pautas que los descubrimientos científicos nos marcan, también en este ámbito de las relaciones laborales y de la gestión de personal, si queremos alcanzar un futuro mejor para todos.

Javier Caso Iglesias **

Plasencia