Aunque soy relativamente joven, recuerdo con nostalgia el tiempo de la certera cuchilla bacaladera, el chóped envuelto en papel encerado y de estraza gris, o las lascas de salchichón cortadas a cuchillo con maestría por los tenderos de los ultramarinos de barrio. Recuerdo con verdadera nostalgia los chascarrillos de la señora tal, o la señora cual, mientras esperaba a que me tocara la vez y el señor Fernando o el señor Rafael --dos tenderos de mi barrio de la infancia, Pinilla-- me atendieran. "Que me ha dicho mi madre que me dé cuarto y mitad de tocino añejo entreverado, medio kilo de lentejas pardinas y doscientos gramos de mortadela con aceitunas". En aquellos comercios pequeñitos, pero con una capacidad de abastecimiento sorprendente, se guisaban las comidillas del barrio iniciando largas conversaciones entre vecinas que proseguían en el portal del bloque y luego en un descansillo, hasta que una de ellas se acordaba de que tenía las alubias puestas al fuego y cortaba la plática. Eran ultramarinos donde se cocinaba el contacto humano condimentado con la palabra. Nos tratábamos dándonos tiempo para percibirnos, notarnos y conocernos. De igual manera ocurría en tiendas de ropa, zapaterías, mercerías, ferreterías.

Como tantas cosas, eso también ha cambiado y esas pequeñas tiendas que vendían al conocido vecino de barrio se han ido extinguiendo --aunque aún queda alguna-- y se han impuesto las grandes superficies comerciales destinadas a vender al desconocido habitante de ciudad. Queramos o no, esas superficies empiezan a ser como los monumentos o los museos en las ciudades, tantos monumentos y museos, tanta importancia; tantas grandes superficies comerciales tanta importancia. Sé que a algunos lectores les parecerá una frivolidad mi comparación, pero estoy seguro de que el centro comercial Ruta de la Plata de Cáceres es más conocido y visitado que el Aljibe. Es lo que hay. Y al igual que los monumentos, las grandes superficies comerciales también están catalogadas por su importancia; y una de las más consideradas y atrayentes es El Corte Inglés.

XEL CORTEx Inglés quiere instalarse en Cáceres y entre los políticos locales existe un desacuerdo insalvable por el lugar donde el gobierno municipal quiere ubicarlo, el solar de Las Carmelitas. Ese terreno no es desdeñable teniendo en cuenta su céntrica situación, pero hay que reconocer que quizá no sea lo suficientemente grande para acoger un Corte Inglés amplio y desahogado, el colegio que ya existe y bloques de viviendas, a no ser que se pretenda un complejo oprimido y agobiante. Amen de cuestiones especulativas urbanísticas.

Soy de los muchos cacereños que se pregunta --inocentemente, quizá-- por qué se tiene esa obsesión con el solar de Las Carmelitas para ubicar El Corte Inglés. ¿Es que en Cáceres no hay otros terrenos adecuados, aunque no estén tan céntricos? En otras ciudades, como Santander por ejemplo, El Corte Inglés está situado exitosamente en las afueras de la ciudad, ¿por qué en Cáceres no?

*Pintor