Bien podría la Virgen del Carmen, cuya festividad fue hace unos días, influir un pelín en el funcionamiento del cuerpo del cual es Patrona. O, quizás, hacerlo en el seno del equipo de gobierno municipal cacereño que hace un poquito más de un año se comía el mundo y que ahora parece más bien que, lo que hizo, fue vendernos una buena moto. Desconozco si es problema de la policía local, si esta actúa motivada políticamente, si es el ayuntamiento el único responsable o si deberían de entrar al trapo otras instituciones, pero algo habrá que hacer ante actitudes un cierto extrañas. En la zona de Santo Domingo, en los aledaños de la plaza Mayor, se vienen observando incidencias que le dejan a uno atónito. Tan pronto aparece la policía para sancionar a todos los vehículos estacionados en la calle, incluidos los de los residentes que se ausentan para cargar o descargar por ejemplo, como que se tiran cuatro meses sin aparecer y cuando consigues que lo hagan, lo cual cuesta bastante, pasan de largo sin despeinarse ante multitud de coches mal estacionados. Algunos de estos llevan cerca de un mes y, aún teniendo una presencia no muy normal, ahí se quedan, tan panchos. Y los residentes costeándose un parking. Ahora, además, una de estas calles, que es peatonal y sumamente estrecha queda bloqueada por las tardes por personas de dudosa procedencia que a modo de vigilantes custodian la entrada de un local que, curiosamente, permanecía cerrado por cuestiones policiales y que, hasta la fecha, se suponía sin licencia. Cuando nuestras autoridades asoman, su sistema de seguridad parece funcionar y nada, todo sigue igual. ¡Hombre, no hace falta superar una oposición para deducir un carácter sospechoso en toda esta situación. Llamas y llamas a la autoridad y estos individuos, que cada vez son más, siguen entrando y saliendo. Y cada vez más coches y más individuos. Y es evidente que los tiempos que corren para las autoridades policiales no son buenos; Coslada, El Morón y, ahora, Sevilla. Y es que estas situaciones no ayudan lógicamente a variar esta imagen aun a sabiendas de que en muchas ocasiones no son precisamente los agentes los responsables directos. Visto el panorama nada halagüeño solo nos queda seguir observando dichas actitudes un tanto curiosas de unos y otros en este entretenido espectáculo de la confusión. Espectáculo que, por qué no, algún día filmaremos para contribuir con un largometraje surrealista a nuestro ansiado 2016.

José F. Marín Arroyo **

Cáceres