Madrugas para ir al trabajo y antes de salir de casa te aseguras de que tu hijo se ha levantado. Ya se quedó dormido alguna vez después de que te fueras y llegó tarde al instituto. La mayoría de los días tarda en acostarse porque se embelesa viendo la televisión; noche tras noche discutes cuando intentas obligarle a que se vaya a la cama. Ciertos programas híbridos hechos para adultos y niños a la vez, y sus horas de emisión, rompen a los padres los esquemas. Suelen ser teleseries que comienzan a emitirse a partir de las diez de la noche, pensadas en principio para adultos, en las que meten personajes absurdos interpretados por niños para darles un toque juvenil. Luego están esos concursos en los que los participantes son encerrados en una casa y compiten unos contra otros en un juego de morbosa y huera convivencia. O esos otros en los que se idealiza falsamente el prototipo de joven exitoso de la canción que luego termina siendo abandonado, para su frustración, por su efímera fama. Y detrás de todo esto existe un continuo despliegue de mensajes publicitarios destinados a los jóvenes y de invitaciones a llamar a teléfonos móviles que ayudarán a ganar a su concursante favorito.

XNO QUIERESx satanizar la televisión, pero crees que se ha convertido en una mala, a la vez que poderosa, consejera para los chicos. No importa cómo se llame tu hijo, no importa su edad, ni sus gustos, lo tienes difícil ante el poder de ese ente poliédrico. Pero la televisión es así de amoral, con tal de tener a los chavales pegados a su pantalla luminosa hasta las tantas de la noche, sus dirigentes hacen lo que sea. Recuerdas bien que en un telediario de una de esas cadenas televisivas que emite algunos programas que emboban a televidentes jóvenes, dijeron, poniendo en el mensaje cierto énfasis reprobador, que los niños españoles son los que más tarde se acuestan de Europa. ¡Qué hipocresía! Por supuesto, nos echaban la culpa a los padres, que en gran parte la tenemos, pero qué poquito está ayudando la televisión a educar a nuestros hijos, qué poquito. Te viene a la memoria que el PSOE, cuando ganó las elecciones, prometió poner en marcha una revisión televisiva para que el ente dejara de ser un ojo tonto que atonta. ¿Dónde está ese consejo de sabios que se preocuparía de que tuviéramos una televisión educativa?

Tu hijo, cuando intentas obligarle a irse a la cama, te argumenta que tiene que terminar de ver la serie, porque al día siguiente todos los compañeros la comentarán en el instituto y él no quiere ser el pardillo al que le tienen que poner al día porque se ha perdido la mitad del capítulo. Te es difícil imaginar a tu hijo, un chico de trece años, fuera del control de la omnipotente televisión. Piensas en un cementerio de televisiones y te viene a la mente una sugerente obra de arte de Vostell que has visto varias veces y consideras una genialidad: se trata de una habitación donde muchas televisiones viejas permanecen inactivas; inertes como cadáveres momificados. También recuerdas un acertado verso de Pablo Guerrero : "Una vida tan bella como cien televisores apagados".

*Pintor