Escritor y psicólogo

En toda sociedad, pasada, presente y futura, existen psicóticos, neuróticos, psicópatas y hasta personas semisanas normales, pero cada época ha tenido una tendencia mental dominante, una sociopatología que rige el comportamiento global.

Desde hace muchos años, la competencia y la competitividad impuestas por el capitalismo radical han ido ejerciendo, tanto sobre el individuo como sobre la sociedad, una presión excesiva. Cuando el que vale, vale y el que no, es un fracasado (y eso es lo peor que se puede ser); cuando los beneficios económicos de la empresa privan sobre los derechos y deberes de las personas; cuando el ciudadano tiene por encima de todo la obligación de triunfar y dominar a los demás, la angustia y el estrés terminan generando una actitud paranoica.

Es el temor del corredor a ser adelantado por quien le sigue, el temor a que los competidores hagan trampas, la culpabilidad de la falta de preparación. Vivíamos en una sociedad paranoica que tendía a inculpar, a exculpar o a disculparse, siempre con una concepción ética en la que se daba por supuesto que lo bueno era estar en el bando de los buenos.

Pero existe otra forma de respuesta a los traumas. Es cuando el individuo se blinda, rompe amarras con los compromisos éticos que puedan unirle al entorno y estorbar su progreso y se centra únicamente en su interés personal. Decide dejar de ser víctima acosada y amedrentada para pasar a la acción y conseguir sus objetivos pasando por encima de lo que haga falta. Es el psicópata.

Es el que ignora temores, culpas y posiciones éticas, el que margina los sentimientos para no sufrir, el que juzga su entorno con total frialdad y actúa con despiadado pragmatismo. Y, sobre todo y en consecuencia, es el que nunca revelará sus auténticas intenciones porque son esencialmente codiciosas. De manera que miente y manipula y burla para salirse con la suya, porque a él la obtención del fin le hace olvidar los métodos.

Esa sería la enfermedad mental hoy emergente. El ejecutivo esforzado pasó a ser agresivo, el egoísmo se convirtió en virtud esencial del hombre y necesaria para triunfar, y la mentira, un arma tan lícita como cualquier otra. Es conveniente que el hombre sea lobo para el hombre, el mundo es arena de gladiadores y quien golpea primero golpea dos veces.

Cuando estrenaron la obra de teatro Chicago, en 1926, era una denuncia de la manipulación de la prensa y la corrupción de la justicia. Cuando hoy el mismo musical se ha convertido en superproducción de Hollywood, su mensaje ya no es una denuncia, sino una advertencia. Ya no quiere escandalizar al público, se limita a constatar una verdad: "El mundo es así, no lo he inventado yo".

Lo que está ocurriendo últimamente, desde la aparición en nuestro país del psicópata asesino de la baraja (el asesino en serie: fenómeno genuinamente estadounidense) hasta el comportamiento ilícito y descarado de los invasores de Irak nos delatan este preocupante cambio de sociopatología.

George W. Bush reconoció que tenía un departamento de intoxicación informativa, Tony Blair fue pillado con un informe falso en las manos y José María Aznar acusó a una veintena de detenidos de pertenecer a Al Qaeda antes de que éstos comparecieran ante el juez. Y, cuando las mentiras fueron desenmascaradas, no se dignaron justificarse o disculparse. Seguramente pensaron y piensan que, una vez concluida la destrucción de Irak, cuando llegue el reparto del botín de guerra y baje el precio del petróleo y suban las bolsas, el mundo callará conformado.

En Estados Unidos (espejo mágico donde desgraciadamente Aznar se mira y admira), los ideólogos ya están proclamando que sólo el débil y el fracasado apelan al derecho. El triunfador (pronúnciese con brillante sonrisa de yo quiero ser así) no se somete a ninguna ley, sino que, bien al contrario, somete las leyes a su voluntad. Ese es el psicópata. Es el héroe solitario del western, sobreviviente en un mundo que sólo admite a los menos escrupulosos y a los más atrevidos, más astutos, más agresivos, en definitiva, más psicópatas.

Insensibles al dolor ajeno ante la perspectiva de pingües beneficios.