Historiador

Leyendo a Ignacio Sotelo me vino a la memoria una de las acepciones del concepto de solidaridad, unida a cuestiones generales pero, a su vez de fuerte presencia en la actualidad.

Me quiero referir al hecho que se produce cuando alguien se encuentra en la cúspide de su consideración política y/o social. Es en esos momentos en los que a su alrededor se genera un ambiente de consolidación de pareceres. A nadie con pretensiones de medrar en cualquier organización se le ocurriría hacer carrera criticando al jefe . Por consiguiente, no se entiende y, a su vez se combate, todo tímido intento de cuestionar cada pronunciamiento del líder. Es entonces cuando podemos entrar en el territorio de la solidaridad de los mediocres. Es entonces cuando, a mi juicio, volvemos a caer en el error de equiparar y adjetivar crítica con un sólido componente negativo. Todo aquél que no esté conmigo está contra mí parecen decir. No se comprende que, precisamente se puede avanzar muchísimo con las sugerencias, propuestas, divergencias... que se plantean a lo largo del debate.

Por supuesto que el peligro estriba en pasarse al lado contrario. En este espacio se ubican aquéllos que sólo viven para criticar. Si tú dices blanco, yo propongo negro. Destruir para evitar que se prospere gracias a la buena gestión de los otros.

Aquí también se encuentran los que combaten las iniciativas, una vez que se presentan, sin conocer el contenido de lo que se postula, ni prever sus consecuencias. En Cataluña y su recién estrenado gobierno tenemos el último ejemplo. En Extremadura ya se han apresurado a sumarse a la deconstrucción, a la negatividad, sin esperar ni un breve margen para asegurarse de las presuntas consecuencias. Así son. Más les valdría presionar ante el Gobierno de la nación para evitar los nefastos augurios que se avecinan para determinados colectivos como los tabaqueros de la provincia de Cáceres. En las próximas elecciones generales cada partido tendrá mucho que decir. Mejor sería que lo propuesto se ejecutase.