Periodista

Vaya por delante la solidaridad del columnista con los gordos y los fumadores. El Gobierno laborista británico les quiere condicionar la asistencia médica gratuita a que adelgacen y a que dejen el tabaco. Si esto pasa en el Reino Unido, no tardará en ocurrir en otros países, por más que en España la ministra, señora Ana Pastor, haya dicho que esto no ocurrirá en nuestro país. Recuérdese a aquel ministro de Hacienda que declaraba que la peseta gozaba de buena salud en vísperas, precisamente, de una devaluación. Que cuenten conmigo en la defensa de los gordos y los fumadores. Lo dice uno que no puede considerarse gordo del todo y que dejó de fumar hace tres años. Toda la sociedad debería reaccionar en defensa de los derechos sanitarios de estos dos sectores amenazados. Dicen que si llega a adoptarse la medida será para aliviar la situación económica de la sanidad pública. Con menos personas en riesgo de enfermedad, las finanzas mejorarán. La fórmula se le pudo ocurrir a un tecnócrata. Pero que haya sido idea de un partido político es manicomial. ¿Qué se diría del capitán de una nave en peligro de hundimiento, que para asegurar la salvación de los pasajeros jóvenes, guapos y sanos mandara tirar por la borda a los viejos, los enfermos, los tarados y los viajeros de las clases económicas? El escándalo en el mundo sería descomunal. Según el mismo ejemplo, puede llegarse a una medicina pública, altamente rentable, después de que se haya quitado de encima a los que más la necesitan, que ofrezca un servicio de cinco estrellas, con cirugía estética, incluso, a los pocos usuarios que quedan. La obligación del buen capitán ha de salvar el barco con todos los que la ocupan dentro, pasajeros y tripulantes.