XExl 13 de diciembre publicó este periódico una crónica sobre la presentación de un libro que rememora la historia del político cacereño Felipe Granado , escrito por su nieto.

Su muerte, y la de muchos otros ilustres paisanos, sólo se justifica por la maldad de quienes la ejecutaron siguiendo un plan urdido por los traidores militares que se alzaron contra la República para imponer su poder por el terror, el miedo y la subsiguiente sumisión.

Dice Julián Chaves , magnífico historiador de la Universidad extremeña, en su libro La represión en la provincia de Cáceres en la guerra civil (1936-1939) : "El restablecimiento del principio de autoridad --indicaba el bando de Mola hecho público en la madrugada del 19 de julio en Navarra-- exige inexcusablemente que los castigos sean ejemplares, por la seriedad con que se impondrán y la rapidez que se llevarán a cabo, sin titubeos, ni vacilaciones".

Ese mismo día, en una reunión que mantuvo con alcaldes de pueblos próximos a Pamplona, les comunicó: "Es necesario propalar una atmósfera de terror. Tenemos que crear una impresión de dominación (...) Cualquiera que sea abiertamente o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado".

El olvido impuesto por el miedo hizo que no se hablara de ello durante la larga dictadura, solamente en la intimidad de las familias de quienes hubieron sufrido su crueldad, hasta que hoy, por fin, muchos investigadores e historiadores modernos lo están sacando a la luz, lo que hace cada día más visible y esclarecedor la tremenda crueldad que emplearon los fascistas contra aquellos buenos españoles, como Felipe Granado, que tanto lucharon para conseguir el progreso, la justicia social y la libertad que hoy podemos disfrutar.

El franquismo, con la anuencia de la Iglesia española, utilizó inclementes procedimientos mortíferos para acabar con los enemigos rojos republicanos: paseos, ley de fugas, mareos, tiros en la nuca, aplicados en muchos casos con especial sadismo, ejemplo el alcalde socialista de Barrado, Cáceres, Casimiro Sánchez , etcétera, o juicios sumarísimos, acusándoles de rebeldes, aunque nunca, como Severiano Núñez , maestro de Jaraíz de la Vera, hubieran empuñado un arma; eran considerados rebeldes solamente por una disposición espiritual contra el Movimiento Nacional, aunque nunca, como es el caso de Severiano, hubieran oído hablar de él.

Las muertes las ejecutaban en los lugares más diversos, siendo las cunetas y los puentes los preferidos. "Puentes de Almaraz, Alconétar, Alcántara o Cardenal, todos sobre el Tajo, se convirtieron en puntos de referencia obligada, pues con ellos los nacionalistas mataron a un importante número de personas", dice Julián Chaves en el libro apuntado.

Para esclarecer aún más esta página negra de nuestra historia, Julián Chaves hace referencia al testimonio de E. Santos Fernández sobre las muertes en el puente, precisamente, de Alconétar, que dejó una huella imborrable en muchos de los que vivieron aquellos crímenes de los falangistas, brazo ejecutor de ellos: "Mi padre me refirió que un pescador le dijo que había estado algún tiempo sin bajar al Tajo porque le daba miedo, y le ocasionaba repulsa comer los peces porque raro el día que no había cadáveres en las orillas del río. Aguantó muchos días hasta que en la pesquera vio a una señora con su niño en los brazos; la madre tenía la señal de un tiro en la frente, estaba yerta y yerto el niño que había muerto de frío en los brazos de su madre. La enterró allí mismo, al ver que las autoridades, a las que se lo había dicho, no le hacían ni caso. En lo sucesivo, como vivía allí, todas las noches enterraba a los que mataban, pues de día no se atrevía por ser peligroso (...)"

He aquí un claro ejemplo de lo que Dulce Chacón en su libro La Voz dormida denomina mareo . Quienes, arrojados por el puente y sabiendo nadar, buscaban desesperados la orilla y en ella la ayuda de algún familiar, morían acribillados antes de alcanzarla, al mismo tiempo que el familiar que intentaba ayudarle. Tal es el caso que nos dice Chaves de la señora y el niño.

Es, precisamente en libro antes enunciado, que Julián Chaves nos relata la muerte de Felipe Granado Valdivia de esta manera: "El socialista Felipe Granado Valdivia, diputado a Cortes durante el Frente Popular, se encontraba detenido en Cáceres desde inicios de la sublevación. No estuvo mucho tiempo recluido. El 15 de agosto se lo llevaron al puente de Alconétar, sobre el Tajo, ejecutándolo: Su cadáver --escribió Vidarte-- estuvo expuesto en el pretil del puente para infundir terror (base y fundamento de la represión franquista, como decimos antes) a los medios campesinos donde había sido muy querido y admirado. Sin duda, una muerte espantosa para un hombre que, según todos los informes sobre su personalidad facilitados por las fuerzas nacionalistas: Tras ser elegido diputado en 1934 fue moderando sus discursos y, últimamente, puede decirse que era el más moderado entre los dirigentes socialistas de la capital".

Mi aportación con este escrito la hago, como dice su nieto, sin rencor, para ayudar a esclarecer la verdad de aquella cruel represión franquista, pues, como dice Julián Casanova, se trata de que los vencedores no blanqueen más aquellos atroces hechos que tanto hicieron sufrir a muchos españoles, y así, con la verdad, reconocer la dignidad de todos los que, como Felipe Granado, tanto hicieron por el progreso, la libertad y la justicia social de nuestra Patria.

"La memoria no es sinónimo de rencor, ni el olvido de reconciliación", dice Francisco Espinosa.

*Maestro