Un año y tres meses después de la desaparición en Portugal de la niña Madeleine McCann, el sumario de este caso, puesto el lunes a disposición del público, demuestra que hemos asistido a una enorme bola mediática detrás de la cual no había prácticamente nada desde el punto de vista de la investigación policial. El hecho de que los propios fiscales señalen que en todo este tiempo no ha habido "ninguna evidencia" que permita alumbrar una hipótesios sensata sobre la desaparición de la pequeña indica que la policía portuguesa ha estado dando palos de ciego, cuando no alimentando con pistas falsas y verdades a medias el morbo de la multitud de periodistas que seguían el caso.

Produce desasosiego pensar cómo en un momento dado de la investigación fueron los propios padres de la niña quienes aparecían como los villanos de esta triste historia. De hecho, Kate McCann estuvo declarando durante 11 horas el pasado 6 de septiembre. El sumario conocido ahora confirma que los policías buscaban inculpar al matrimonio británico, pero sin que el interrogatorio permitiera en modo alguno llevar las investigaciones en esa dirección. Y lo mismo cabe decir de las tan traídas y llevadas pruebas de ADN, que, como ahora se confirma, nunca aportaron conclusiones válidas. La reflexión que puede extraerse de este caso es que cuando la justicia se convierte en espectáculo, cualquiera puede verse convertido en sospechoso ante la opinión pública. Y más aún si hay un caso oscuro, una policía de dudosa competencia y medios sin escrúpulos que tratan de estirar historias que excitan las bajas pasiones del público.