La noticia que domina hoy en el telediario es la fuga de empresas y bancos de Cataluña. Y una no sabe cómo explica o justifica estas malas nuevas con objetividad la televisión pública catalana, visto el modo doctrinario en que los responsables de la cadena relataban el 1 O a los niños. Y sabe que Junqueras seguirá afirmando con franciscanos ademanes que lo que está pasando no está pasando y que todo va a ser paz, amor y dinero en la por siempre venturosa república catalana.

Porque, si las ridículas escenas de gente votando a mogollón entre gritos en las cajas de plástico usadas como urnas y no como guardazapatos, o de los ardorosos votantes que recorrieron los colegios para ejercer su derecho a decidir no una sino dos, tres y hasta cuatro veces, junto con sus niños -que también ellos votaron- o las imágenes de decenas de papeletas introducidas ya en los contenedores antes de llegar a los colegios, es en lo que se apoya el inefable Puigdemont para proclamar que se han ganado el derecho a un estado y dentro de Europa, queda poco margen para la esperanza. Esta parodia bananera no hace enrojecer a ningún secesionista. Y ya puede Alfonso Guerra denunciar el golpe de estado de Puigdemont y la cerrazón, ceguera, manipulación y mentira que domina la televisión pública catalana, con la que también se ensañaba Boadella, o ya pueden los veteranos líderes socialistas animar a Pedro Sánchez a ser leal con España.

Me dice una amiga que a Guerra no le conoce nadie. Y es que estamos en otra España. Una en la que los jóvenes creen que aquí siempre se gozó de la libertad y el respeto a los derechos de la actualidad y en la que a algunos no les satisface la bonanza política y social indudable de la España monárquica. Malos tiempos estos para un relato veraz.

Mas con todo, esos doscientos jóvenes que en tierra hostil para la verdad se alzan contra indignos maestros y defienden a sus compañeros vejados por ser hijos de Guardias Civiles, permite mantener un débil rayo de esperanza. En una juventud crítica, todavía no envenenada y llena de sana rebeldía.