TDtesde el pasado jueves no salgo del asombro que me produjo la negociación del nuevo convenio colectivo del sector de las conservas, donde la Asociación Nacional de Fabricantes de Conservas de Pescado y Marisco apostaba firmemente por un novedosa, y paupérrima, retribución en especie: las empresas podrían pagar hasta un tercio del salario con las latas que los mismos trabajadores producían. Después de que los sindicatos pusieran acertadamente el grito en el cielo, y con varios comunicados de la patronal alabando la medida, ésta se ha descartado; aunque sus promotores continúan sin ver la precariedad de la misma, y su retiro es más una forma de evitar una repercusión mediática que dañaría irremediablemente su imagen que cualquier otra cosa. Como ciudadano me irrita que se pongan encima de la mesa abyectas medidas que insultan a los trabajadores con solo pronunciarlas; como liberal me enfada que exista quienes amparándose en la libertad de mercado quieran colar la desfachatez y la indecencia en un sistema que siempre debe primar la profesionalidad, la eficiencia y la justa recompensa.

Lo que este tipo de empresas han planteado durante la negociación poco o nada tiene que ver con el liberalismo económico; o con un futuro empresarial donde habrán cambiado las reglas del juego, y bajo el que quieren darle cobijo. Si observamos la medida con detenimiento, tiene más que ver con el racionamiento de productos que subsidia en Venezuela el incompetente Gobierno de Nicolás Maduro , o con los kilos de arroz que el liquidador Kim Jong-un reparte a los hambrientos ciudadanos de la inventada Corea del Norte. Un sistema que en la patria de Bolívar ha permitido la creación de un mercado negro auspiciado bajo la inefectividad del Estado; y que en el país de la dinastía de los mediocres Kim ha propiciado una sociedad endémicamente desnutrida. En fin, siempre ha habido mezquinos que se han creído aventajados, e inútiles salvadores.

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