El monólogo del Segismundo calderoniano dice "que toda la vida es sueño/ y los sueños, sueños son". Y Quevedo hace introspección en sus famosos Sueños . Ambos incluyen a los que vuelan al futuro anhelando ilusionantes metas, pues sueños e ilusiones son alas que nos llevan hacia cosas que nos hacen felices, cabalgando caballos de fantasía con ojos muy despiertos. Sueña el poeta pasar a la posteridad, ganar laureles el escritor, el obrero tener trabajo y el estudiante, una beca; el joven seducir a su amada y el botones de banco llegar a ser su director. Sueña el misionero convertir muchos infieles, y otros, tener hijos hermosos, llenar sus bolsillos con gruesos dividendos, o salir de la cárcel y hacer un largo viaje.

También está el sueño mesiánico, como el de Martin Luther king , ante el Capitolio de Washington: "Tengo un sueño...",en cruzada contra la discriminación. Y el grandioso de Isabel de Castilla llevando a América cultura y espíritu cristianos. Es excelso el dar la vida por los parias del mundo, tras dejar brillantes estatus sociales, y sería, hoy, muy grande el erradicar de cuajo el ébola. Un pueblo sin sueños está triste, aunque no todos se cumplen, por lo que seremos parcos en proyectos, amando cosas sencillas. Por eso Amado Nervo dirá: "Yo he vivido porque he amado mucho". Soñar es un placer, pues de ilusión también se vive; lo que rubrica Cervantes : "El sueño es alivio de las miserias". Soñar es esperar y el que espera vive. Por eso queremos pan con ilusiones, ver el cielo en el agua y sentir la brisa al atardecer.

No dejemos de soñar y nunca caminemos entre bostezos. El discurso del Felipe VI nos brindó "la fuerza de los sueños y las ilusiones, pues no hay nada que el coraje y el corazón no puedan conseguir...". Frase de oro que refleja el deseo imparable de salir de desidias y rutinas, saboreando la magia del rigor, peleando sin respiro, pariendo valores y curando las heridas que dejan los que quieren marcharse de España. Y soñar la luz de James Joyce , que nos hace ver los diversos colores de la realidad. Y reprobar el cómodo mutismo, pues lo más atroz de las cosas malas, según Ghandi , y señalaba el rey, es el silencio de la gente buena, ante la traición. No hay sitio para convidados de piedra en este país de lluvia ácida, expolio y robo, sino de poner toneladas de honradez, que como urgente cirugía que saje lo podrido del actual expolio a mansalva, mientras muchos no tienen esperanza de nada.