TEtstoy de acuerdo con lo que dijo el Papa: la guerra santa islámica no ha traído al mundo ni paz ni civilización ni progreso. Ha traído violencia. El Papa ha citado las suras coránicas que propugnan la violencia para defender la fe y se ha armado la marimorena en los países islámicos, pero el Papa tiene razón.

Otra cosa es que el Papa no hable de la violencia que ejerce su propia religión y no cite los versículos del Evangelio donde aquella se instaura. Se airea mucho lo de "a quien te hiriere en la mejilla diestra, ofrécele también la otra", precepto utilizado ya por Lao-Tse y Buda unos quinientos años antes de Cristo, como el más bello mandamiento para la convivencia, pero hay cientos de pasajes intimidatorios, como los latigazos a los cambistas del templo, los episodios generados por el miedo y el insulto: "serpientes, víboras, cómo evitaréis el infierno, o la condenación eterna", o la falta de perdón: "cualquiera que hable contra el espíritu santo no será perdonado en este mundo ni en el otro", o la amenaza angelical de echar al fuego, al llanto y al rechinar de dientes cuanto cause iniquidad, repetido en varios pasajes.

Las citas ecológicas tampoco parecen pacíficas: "apartaos de mí, malditas, e id al fuego eterno", se dice a las cabras. A los cerdos de los gergesenos, que pacían plácidamente, les envió los demonios para que se precipitaran desde el monte al mar; a la higuera que no tenía higos, porque no era tiempo de higos, la secó de raíz, versículos todos empeñados en una introjección de la violencia que avalara una convivencia basada en la misma, por no hablar de las guerras generadas luego por la Iglesia, la actitud con los teólogos de la liberación, o el espíritu belicoso de la conferencia episcopal española con el gobierno actual a penas pretenda revisarles los dineros.

Ya sé que un pensamiento totalitario no soporta que le lleven la contraria y que todo pensamiento dogmático mezcla con frecuencia política y religión y rechaza las verdades más crueles de la historia, que es un modo de volver a la crueldad.

Nada debiera impedir que el verdadero creyente crea y defienda su fe, pero ninguna sura ni ningún versículo debe auspiciar la violencia, incitar a la guerra ni propiciar la suelta de ciertos impulsos psicópatas. Por muy excelso que sea su autor.

*Licenciado en Filología