No se entiende la reunión en Moncloa entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, considerando el resultado. Según sus portavoces, ambos están «de acuerdo en lo sustancial”, siendo “lo sustancial» que el referéndum de Cataluña es ilegal. Bueno es saberlo, desde luego, pero sorprende que el presidente del Gobierno y el secretario general de los socialistas dediquen casi tres horas a constatar que lo ilegal es ilegal y que el intento secesionista de Cataluña lo es. ¡Pero si en eso están de acuerdo incluso quienes promueven la ilegalidad, es decir, Carles Puigdemont y adláteres, que podrán ser lo que sean, allá calificativos, pero saben muy bien lo que hacen!

Bueno, la excepción de que sepa lo que hace es Oriol Junqueras, a juzgar por lo que dice. He aquí lo penúltimo: «La supuesta legalidad del Estado español es una legalidad que no es legal». Bien. Dejando a un lado la supuesta legalidad del Estado, ¿qué es «una legalidad que no es legal»? Lo de Junqueras debe de ser una torpeza o una maldad de quien le traduce, porque si el referéndum es un acto de desobediencia, dice, lo será porque «España incumple la legalidad internacional» y será, pues, «un acto de desobediencia de la legalidad que se deriva del derecho internacional». En todo caso, ni él ni los demás cejarán: «No, por el amor de Dios, ¿por quién (sic) nos han tomado?». Y es que Junqueras está sustancialmente convencido de que renunciar al derecho de autodeterminación es ir en contra de Naciones Unidas. Tal cual.

Rajoy balbucea y Sánchez es plurinacional. Frente al secesionismo catalán, por tanto, la única respuesta es la de los expresidentes Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. El más moderado, Zapatero: «Esto no es decidir sobre una ley u otra, sino sobre la convivencia». El más recreado, Aznar: «Si han decretado un estado de excepción en Cataluña, la Constitución no es una opción, sino un deber para mantener la legalidad». Y el más enfadado, González: «Es una incitación clara a la sedición, y eso está tipificado en el Código Penal». De tan sustancioso como claro, ni Junqueras necesita que se lo traduzcan.