Las grandes tragedias del siglo XX se originaron por las crisis económicas y el afloramiento de movimientos populistas, autoritarios y totalitarios. Nadie podría imaginar que el cabo de Bohemia, cuando era un pequeño agitador en Viena, originaría la tragedia de la segunda guerra mundial.

El mundo está en una crisis que se ha calificado de sistémica porque el capitalismo o la economía de mercado no tiene más carbón y quienes la manejan no están dispuestos a ceder una parte de sus privilegios para equilibrar las sociedades y los países. Son aves de rapiña que quieren establecer que las economías privadas no tienen responsabilidades políticas ni sociales.

El neoconservadurismo y el integrismo se deslizan sutilmente hacia formas de fascismo revestidas de modernidad pero que tienen las mismas raíces de siempre. La eclosión de Silvio Berlusconi en Italia, en medio de la esclerosis de los partidos democráticos, es una buena demostración del colapso de la política. Las actitudes racistas de Nicolás Sarkozy con los colectivos de gitanos rumanos son un espejo que nos devuelve los horrores del Holocausto. Naturalmente nadie se atrevería a expulsar a ciudadanos judíos por el poder que tienen en el mundo. Esa parte de la mayor vergüenza de la historia de la humanidad está blindada afortunadamente. Pero los gitanos son, además, pobres, y la memoria de los que murieron exterminados en los campos de concentración no es suficiente para detener la barbarie del presidente de Francia.

En España no estamos libres de esta contaminación que en Estados Unidos se asienta en la segunda revolución conservadora. La agresión de Esperanza Aguirre , criminalizando los sindicatos, sus liberados y sus delegados es un movimiento en ese deslizamiento hacia el fascismo. Si los partidos están alejándose más de los ciudadanos, y los sindicatos sufren el descrédito organizado de estas nuevas formas de fascismo, el futuro de Europa puede ser terrible a corto y medio plazo.

La socialdemocracia, el pensamiento independiente y progresista tiene que ganar la batalla a la depresión intelectual que sufre este comienzo del siglo XXI en donde el pesimismo se ha apoderado de los partidos y los gobiernos de izquierda.

Si la receta es la resignación y el sálvese quien pueda será el anuncio del final de la política y la eclosión de nuevas formas de fascismo.