XDxoblan las campanas en Talayuela y La Vera, pero no tocan a muerto, sino que vaticinan la agonía del tabaco, que para eso es un fallecimiento lento. El cultivo del tabaco tiene, o mejor dicho, tenía, una gran importancia económica y social en el norte de la provincia de Cáceres, cuyas gentes han venido percibiendo anualmente casi 20.000 millones de las antiguas pesetas en concepto de ayudas comunitarias. Ahora las cuentas no salen, porque si Bruselas elimina la prima, que es en porcentajes redondos un 85% del importe final que percibe el agricultor, el precio comercial no da para cubrir los gastos.

Mucho han tardado los ejecutivos de Alliance One Internacional (AOI) en darse cuenta de que algo olía a quemado. El cierre de la factoría de Agroexpansión en Malpartida de Plasencia y de las naves de compra de World Wide Tobacco España (WWTE) en Talayuela no son sino el broche que pone fin a una travesía tan dolorosa como lenta que ha frenado las inversiones en una de las zonas más prósperas de Extremadura. En el Valle del Tiétar hemos asistido a la contemplación de la agricultura de vanguardia, a la presentación de las técnicas de cultivo más novedosas importadas de las prósperas plantaciones de tabaco de Carolina del Norte y Virginia. Ahora, dicen, se va a pasar de los más innovadores sistemas de riego programados informáticamente al cruce de brazos, sin tener la oportunidad de recuperar el método del surco con azada y a pie. Sofisticadas recolectoras han convivido codo con codo con la mano de obra magrebí, esa que llegó tímidamente cuando los agricultores no encontraban cuadrillas para el denominado repele. Ahora la cuestión no consiste únicamente en saber qué ocurrirá con los miles de jornaleros desplazados desde Marruecos a los fértiles campos de tabaco del Tiétar, sino también qué destino hay preparado para las 6.015 familias (3.971 de ellas extremeñas) de las siete regiones españolas que cultivan una de sus variedades.

Hay 14.000 hectáreas de tierras sin destino en un sector en el que todo funciona al revés: la oligarquía poderosa se instala en las organizaciones agrarias progresistas, la gran patronal del campo reclama la defensa de los pequeños productores y el agricultor de toda la vida no tiene derecho a abandonar el cultivo en las mejores condiciones económicas. Pero aún hay más: la tan cacareada Mesa para la Defensa del Sector Tabaquero hace tiempo que hizo aguas, y ahora que es cuando se la necesita se encuentra en paradero desconocido.

Hace cinco años, cuando el valor de la subvención europea para el Virginia E era de 476,10 pesetas por kilogramo, el coste de producción ascendía a 404 pesetas. No es extraño que los agricultores, que entienden más de números, hayan dicho que se quieren ir a casa. Los tabaqueros de toda la vida asisten atónitos a su propio declive y culpan a sus dirigentes de lo que está ocurriendo. El 14 de febrero de 2004, unas 10.000 personas reclamaron en Madrid la continuidad de las ayudas al tabaco. El actual secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda en su condición de secretario general de la UPA, gozó de un protagonismo excepcional en una protesta liderada por su organización agraria. Un mes después, las urnas arrojaron un descalabro electoral para el PP y una victoria para el PSOE. Los cultivadores de tabaco se preguntan qué sucedió el 14-M para que el abultado calendario de movilizaciones previsto por el sector se desmoronase como un frágil castillo de naipes. Los productores, ajenos a batallas políticas que no dan de comer, no perdonan que los mismos que llamaron a la manifestación el 14-F tratasen de abortar la del 14-N, sólo nueve meses después, en Mérida.

Es cierto que la caja de los truenos la destapó Romano Prodi siendo presidente de la Comisión Europea, cuando en su informe para un desarrollo sostenible propuso eliminar las ayudas al tabaco. Pero sería un error olvidar que buena parte de la culpa de lo que está ocurriendo y de lo que aún falta por venir la tienen los dirigentes del sector, esos que han prestado oídos sordos a las frecuentes advertencias que les ha lanzado la Unión Europea; quienes han cometido fraudes intentando burlar la normativa comunitaria y aquellos que han antepuesto sus propios intereses a los de los agricultores de a pie, que están que echan humo.

*Periodista