T"Etstán poniendo en cuestión cada una de nuestras leyes y ya está bien. No toleramos más intromisiones del Gobierno y no vamos a permitir que nadie se entrometa en la decisiones de un pueblo". Esta proclama es atribuible a cualquier escocido defensor de las esencias catalanas, Tardá, Carod , el indescriptible Laporta , autolíder in pectore de la épica defensa del pueblo sojuzgado, aquel ricacho productor de cava, cuyo olvidable nombre no recuerdo, que quería matar a todos los del PP , o José Montilla , president de la Generalitat y autor de una encendida carta a las instituciones afines al editorial de la dignidad y que muchos interpretaron como presión mediática al Constitucional ante la demoradísima sentencia sobre el Estatuto. Montilla arenga a sus prohombres con un claro desafío al Estado: "Si llega el momento, estoy seguro de que Cataluña podrá contar con tu apoyo". Frente al hipotético recorte de la Ley de Leyes catalana, ¿cuál sería ese amenazante apoyo? ¿Tal vez un desgajamiento unilateral, una desobediencia urbana vociferante, una huelga feroz en la catalana terra ardiendo de indignación y humillada y ofendida dignidad? Analistas sesudos opinan que Montilla espera un batacazo electoral y que su arenga es preventiva, sí, pero de una derrota en las urnas. Guerra , que nunca ha tenido pelos en la lengua, indica sin rebozo que Montilla está en la estratosfera, y una parte muda del PSOE sufre en silencio. Don José Blanco , que no da puntada sin hilo, saca rédito electoral afirmando, como siempre, que pase lo que pase la culpa será del PP, y en fin el corral multipatrio anda revolucionado con todas las gallinas cacareando. Pero las palabras que encabezan el artículo no son de ningún antiespañol líder nacionalista sino del pepero Juan Cotino , vicepresidente del Consell valenciá. También el PP se pone el Estado por montera y se rasga las hipócritas vestiduras con chulesco lenguaje y prepotente gesto cuando el díscolo es el otro. Porque en esta interminable historia del egoísmo autonómico, en todas partes cuecen rebeldes habas, o mejor faves.