A los que se sienten ciudadanos del mundo, les resulta difícil, y hasta incómodo, encontrar una tierra a la que poder llamar patria, por eso les es tan sencillo renunciar al proyecto reduccionista y sedentario de asentarse en un lugar determinado y soportar la lenta tortura del envejecimiento, pero lo que ya les resulta humanamente insoportable es encorsetarse en una ideología concreta, y ser esos torpes voceros que malgastan sus vidas dando vueltas en derredor de una noria.

Se asemejan a esos vagabundos que van de acá para allá, condenados a mantener vivo ese sueño romántico que todos llevamos dentro. Pero esas formas de pensar y de expresarse, parece ser que aún hoy resultan contrarias, incómodas e inconvenientes para la mentalidad de ciertas personas, quienes no muestran el menor recato en airear de forma irresponsable una animadversión enfermiza y cainita.

Pero como si nada hubiera pasado retomamos el camino por donde lo dejamos, porque lo que importa es el proyecto personal que cada uno tenga, y en ese, afortunadamente no hay cabida para los descerebrados murmullos de quienes se dejan llevar por el nerviosismo, el ansia, la improvisación y el poco tacto.

Porque todavía hay quienes se resisten a creer que la política sea esa ciénaga paranoica y pestilente en la que todo vale, y persisten en su empeño de defender que, por encima de los intereses electorales, debe prevalecer la dignidad de las personas, y aún a riesgo de perder un puñado de votos prefieren mantenerse fieles a unos principios éticos y de coherencia, que luego el electorado suele tener a bien en premiar.

XCADA PERSONAx, lo mismo que cada formación política, tiene su talón de Aquiles, una parte que les hace perfectamente vulnerable y es como una herida que llevan expuesta al descubierto. Hacia esa parte débil debe dirigirse la acción medicamentosa de su esfuerzo interno, no actuando como los malos estudiantes que lo dejan todo para el último día, y si no aprueban acusan a los profesores como culpables de sus errores, sino como quien adopta una metodología basada en el esfuerzo sistemático y constante. Y ahí entrarían en juego ciertas personas sensatas y preparadas, a quienes les corresponde asumir el papel de salvaguarda, de descubrir por qué puerta trasera se van dilapidando esos votos que a otros, con tanto esfuerzo, les cuesta ganar, permitiendo que las vías de agua queden perfectamente restañadas, ya que son estas grietas corregibles las causas del fracaso de muchos proyectos.

En lugar de elaborar unos programas coherentes y diferenciados y explicárselos de forma clara y contundente al electorado, se opta en muchas ocasiones por una desesperada búsqueda del voto, anteponiendo ésta a cualquier otra consideración, y es en esta guerra sin cuartel donde no importa tergiversar la realidad de los hechos, o llevarse por delante la honorabilidad de quienes creen que entorpecen la trayectoria de sus propósitos. La vida política que en otros tiempos fue un techado de sapiencia, de honradez y de dignidad, y que se estructuró en torno a personas de comportamiento modélico, hoy está pidiendo a voces una regeneración, cargarse de principios éticos y morales, someterse a una regulación normativa, a una transparencia, objetividad, integridad y honestidad.

La política actual se rige en buena parte por unos criterios de indefinición. Analizando las respuestas de los diferentes líderes políticos de una determinada población, a quienes se les formulan las mismas series de preguntas, observo como todos contestan con estudiados y parecidos términos. Si por error se hubieran cambiado las respuestas de unos por las de otros, a nadie le hubiera sorprendido. Ningún candidato se atreve a correr el riesgo de significarse, de tener un matiz autóctono y diferenciador, de expresarse claramente y sin ambigüedades, aunque sea con razonamientos contrarios a lo que la gente quiere oír, y es ese descafeinamiento y esa indefinición la produce una impresión de igualitarismo y de homogeneidad que provoca una incierta sensación de hastío en el electorado.

Sarkozy ganó las elecciones presidenciales francesas porque fue capaz de revestirse de valor, y presentar al pueblo francés una línea de actuación basada en lo que él entendía que era lo más conveniente para su país, aunque su mensaje estuviera lleno de una inusual crudeza y fuera poco agradable para ser escuchado, pero triunfó porque les marcó claramente la gravedad de la situación y la forma dolorosa de superarla; y no como esos líderes timoratos que van al rebufo de la situación, que nadan y guardan la ropa, que han aprendido el triste oficio de perder con dignidad , porque no están dispuestos a asumir riesgos y prefieren seguir sumergidos en el agua tibia de las contradicciones y los ataques a los proyectos ajenos.

Aquellos candidatos que actúan como si estuvieran atascados en medio del barro, no pueden pretender el favor de la ciudadanía, no hay futuro político para quien no asume un razonable riesgo.

*Profesor