Cuando se cumple un siglo de la revolución de Mayo del 68 no me resisto a hacer paralelismos entre la situación de entonces a la actual. Para muchos 1968 fue el año que el mundo pudo cambiar, pero la revolución libertaria quedó en un desideratum y muchos de sus simpatizantes fagocitados por un sistema al que pronto quedaron acoplados. Creo que la revolución del 68 ha tenido más trascendencia cultural que obrera, a pesar de la famosa huelga general que vivió Francia. Tampoco fue un movimiento abiertamente feminista o a favor de los derechos de los homosexuales, pero sí sentó las bases para los logros conseguidos a principios de este siglo XXI. Y en ese sentido hay que reconocerlos. En 1968 el mundo estaba convulso por guerras como la de Vietman o la de Argelia. En la actualidad también se vive una suerte de guerra mundial a plazos, con el yijadismo como telón de fondo y las crisis migratorias que ha propiciado.

Es curioso como cualquier movimiento revolucionario en Francia se mida inmediatamente con el de hace exactamente medio siglo. Lo cierto es que es una fecha en la historia de este país (y del mundo), que ya no fue el mismo desde la revuelta estudiantil y obrera. Todos tenemos en la memoria los eslóganes de la época, la toma de los universitarios de la Sorbona, influenciados por la lectura de los textos marxistas, y el contagio que tuvo esta revolución en Berlín, México o Praga.

El triunfo de Trump o el Brexit deberíamos hacernos reflexionar sobre la necesidad de que obreros, estudiantes y toda la sociedad en general den un golpe en la mesa y digan: ¡basta ya! Ante tanto atropello a los derechos conseguidos tan duramente, a veces con la sangre de la gente, creo que el Mayo del 68 está más vigente que nunca, pero las mentes, más abotargadas por la vida digital y la dependencia del móvil. Refrán: Las revoluciones no se hacen por menudencias, pero nacen por menudencias (Aristóteles).

* Periodista