Después de muchas vueltas y revueltas, de darle calabazas Felipe González y Pepe Bono , a Zapatero se le encendió la lucecita y a quién creen ustedes que ha nombrado como candidato a la alcaldía de Madrid. A un señor, Miguel Sebastián , muy puesto en cuestiones de economía, pero al que no conocen más que sus familiares, sus amigos, sus correligionarios, y el propio presidente del Gobierno, quien en un gesto que llevo horas tratando de analizar si es de generosidad o de puro egoísmo, se ha desprendido del hombre que le ha enseñado lo poco o mucho que sabe de números. Raro, raroo, rarooo... que diría el doctor Iglesias . Imagino a Alberto Ruiz Gallardón dando vueltas por su despacho como un león enjaulado, rodeado de todos los miembros de su equipo, brindando con champagne, riendo, y pidiendo al santo que siga iluminando a ZP como lo ha hecho hasta ahora, especialmente en cuestiones como es la candidatura a la alcaldía de Madrid. Una plaza que todos saben la importancia que tiene como trampolín a unas elecciones generales.

XTENDRIA QUEx pasar algo muy gordo para que el candidato del PSOE ganase al del PP. Un hombre muy cuestionado dentro de su propio partido pero al que nadie puede negar su inteligencia política y su capacidad para trabajar y para soñar con un Madrid que él pretende hacer realidad, aunque para ello haya tenido que poner la ciudad y sus alrededores, patas arriba. Porque si bien es cierto que los madrileños protestamos sobre los inconvenientes de las obras que se están llevando a cabo bajo el mandato de Gallardón , también lo es que el día que se inauguren, al que más y al que menos se le habrán olvidados estos espantosos años. Y eso ocurrirá justo unos días antes de que los madrileños vayan a depositar su voto en las urnas.

No hace falta ser Esperanza Gracia , mi bruja favorita, para saber cuál va a ser el resultado de las elecciones municipales en Madrid. De ahí que nadie entienda cómo Zapatero no ha preparado meticulosamente el desembarco de algún prohombre del socialismo madrileño, que los hay, y muchos, pero nunca de la manera en que lo ha hecho: ofreciendo el puesto como quien ofrece un décimo de lotería, sin pasión, sin convencimiento, sólo porque Trinidad Jiménez se aburrió de ejercer desde el duro banco de la oposición, y le dijo ¡hasta aquí hemos llegado! Y claro, el presidente después de dejarla bien colocadita, tuvo que ponerse a buscar a alguien para que ocupara el puesto. Y lo hizo acuciado ya por las prisas, y lo que es peor, con luz y taquígrafos, de manera que el no de Felipe González y de Bono, le dejó a los pies de los caballos, sin candidato, sin tiempo, y teniendo que improvisar de mala manera a un desconocido, que aún a sabiendas de que van a perder, se presta gustoso al sacrificio. Increíble, pero cierto.

*Periodista