Últimamente, en las obras teatrales a las que he asistido, con muy ligeras excepciones, he podido oír llamadas de teléfono, alarmas de móvil o pantallas encendidas en medio de la función. Sí, aunque no lo parezca y se escondan el teléfono bajo la chaqueta, una pantalla encendida molesta mucho, sobre todo al público que está detrás. Nos recuerdan que apaguemos los teléfonos móviles antes del espectáculo, pero ni así. ¿Por qué somos tan mal educados e incívicos? ¿Por qué la gente paga una entrada de teatro, que no son precisamente baratas, para pasarse media función pendiente del smartphone? Desde aquí, un aplauso por los tres grandes actores que estaban sobre el escenario y que a pesar de la indignación, que se les veía en la cara, siguieron con la función como enormes profesionales que son. Y al público, a aquellos que llenamos las salas, prueben un día de apagar el móvil de verdad. Yo hace un tiempo que lo hago y ¿saben?, estoy totalmente segura de que el mío nunca sonará. Y cuando lo vuelvo a encender no se ha acabado el mundo.