TAtlguien creerá que esto del teatro es un conjunto de oropeles y vanaglorias. Hasta cierto punto sí lo es pero entretejido con sinsabores y pequeñeces. Estrenar en un gran teatro es gratificante pero hasta llegar a él, hasta triunfar con luces y todo, hay que recorrer un camino o varios. En el teatro tan importante es el actor o director como el de la llave , ese señor que abre y cierra las casas de cultura y que hay que ir a buscar a su casa en la hora de la siesta para que los cómicos dejen sus atrezzos, arreglen el teatro, se beban un trago de agua, y ensayen un rato. También es importante el frío o el calor. Mi amigo Candi se tuvo que llevar a su muerta del teatro de un pueblo a la discoteca porque en el teatro hacía mucho frío y la gente no iba. Ya pueden escribir Moliere o Shakespeare lo que quieran, aquí quien manda es el termómetro. Es tan necesario para una función de teatro tener un buen enchufe (eléctrico) como tener una actriz con talento.

En algunos lugares la odisea de enchufar los focos añade tensión dramática a la trama teatral y es una situación previa que llena de suspense e incertidumbre a la representación. Otelo puede matar o no a Desdémona pero antes de sus celos, antes de la llegada de Yago y sus maquinaciones, hay que dejarlo todo enchufado. El público se preguntará ¿Logrará Yago incendiar el corazón de Otelo? ¿Matará Otelo a Desdémona? ¿Lograrán enchufar los focos? Y luego está el público, la gente, el personal.

Te tiras hora y media hablando de celos, amores, ternura y otras cosas, y, al final, después de los aplausos si los hay, una señora se te acerca casi cabreada y te dice: ¡Qué memoria, por Dios!?

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala