Escritor

Han dado comienzo las representaciones del Festival de Teatro Clásico de Mérida y se inicia en la capital de la comunidad autónoma extremeña uno de los fenómenos culturales más arraigados y que mayores expectativas crea dentro y fuera de la región. Personalmente, considero que gozar de semejante espectáculo en el privilegiado escenario, tan bien conservado, es una de las oportunidades más extraordinarias que ofrece el verano extremeño. Es realmente fantástico sentarse en las gradas frente a un teatro que sirvió para los mismos menesteres hace más de 2.000 años, después de ser promovida su construcción por el cónsul Marco Agripa e inaugurado entre los años 16 y 15 a. de C., según indican las inscripciones que están situadas sobre las dos puertas de acceso a la orchestra.

Tras la proclamación de Augusto como emperador, a la tradicional austeridad de Roma siguió una etapa de transformación de costumbres. Fueron conquistados innumerables territorios y los romanos conocieron otros pueblos, con sus costumbres, con su arte y con sus lujos. La antigua forma de vida, fruto de la pobreza y del trabajo continuo, se vio modificada por una nueva concepción de la existencia que fue apoderándose de todas las clases sociales, en especial las más elevadas. Empezaron entonces a celebrarse numerosas fiestas organizadas por los magistrados y ofrecidas al pueblo. Eran los ludi publici. Vitruvio nos dice en su De architectura que "después de haberse diseñado la plaza del mercado, se tenía que elegir un sitio bueno para el teatro, donde la gente pudiera presenciar los dramas de los días festivos de los dioses inmortales".

Originariamente, en los teatros se representaban tragedias, y los escritores de la antigüedad, como Vitruvio y Pólux, no nos indican con claridad si el teatro que describen era helenístico, romano o clásico sencillamente. Lo que conocemos de los auditorios romanos es gracias a las magníficas inscripciones conservadas en los muros de las ruinas de los teatros, desde Asia Menor hasta Francia y España, así como las pinturas guardadas por las cenizas del Vesubio representando a actores en los escenarios, en plena actuación. Pudo existir una época grandiosa, con un arte dramático romano que hubiera honrado a la Grecia antigua y que alentaban actores como Pacuvius y Accius con obras magníficas de Plauto y Terencio.

Pero pronto el público romano se decantó hacia las comedias y las tragedias dejaron de representarse. Cuando Roma empezó a construir aquellos teatros permanentes y el imperio se llenó de edificios semejantes a este teatro nuestro de Emérita Augusta, el arte dramático para el que estaban destinado estaba agonizando. Ya no se creaban obras nuevas y desde finales del siglo I a. de C. el público sólo pudo ver obras serias del repertorio tradicional; pero era difícil seguir un delicado argumento en verso en aquellos inmensos edificios al aire libre, entre la confusión reinante y la gran afluencia de personas. Abundaban, eso sí, las comedias un tanto cómicas, entre las que eran sumamente populares los personajes del astuto jorobado que todo lo sabe (Doseno ); el tragón (Bucco ); el bonachón (Pappo ) y el tonto que siempre salía molido a palos (Macco ).

Ya en los siglos II y III, los espectadores se pirraban por las historias de Latinus y Panniculus, llenas de raptos, maridos burlados o amantes escondidos en baúles, con palizas y peleas en serio en el escenario y actores y actrices que acostumbraban a desnudarse de la cabeza a los pies --ut mimae nudarentur -- con una falta de pudor que hacía ruborizarse a Marcial. En fin, un reality show que era lo único que divertía a aquel mundo ya decadente.

Pero lo peor llegó con la afición a los "mimos terroríficos en los que se intercambiaban golpes, se oían palabras malsonantes, sonaban bofetadas repartidas entre los comparsas sin venir a cuento y donde los golpes degeneraban en desgraciados accidentes y la sangre terminaba brotando a borbotones" (según describe Jerome Carcopino en su célebre tratado sobre la Vida cotidiana en Roma ). ¿Les suena a algo esta decadencia del espectáculo romano?