TLta radio es el aparato electrónico que más uso. El hecho de componer la imagen que no ves valiéndote del sonido que escuchas es un sugestivo ejercicio para los que tenemos el vicio de imaginar más de la cuenta. Cuando escuché por primera vez la radio, siendo muy niño, pensé que había gente que hablaba y hacían música dentro. ¡Qué mágico! ¿Cómo era posible que alguien pudiera meterse en tan minúsculo habitáculo? Al poco tiempo me di cuenta de que el aparato emitía las voces y la música que le eran enviadas, sin yo saber cómo, por personas que estaban en un lugar lejano. Más mágico si cabe. Aquellas radios, semejantes en tamaño a una caja de zapatos, sólo tenían dos botones, el de encendido-apagado-volumen y el sintonizador, que se usaban girándolos. Hace poco me compré una radió del tamaño de una habichuela, que busca automáticamente las emisoras y las emite con una calidad inmejorable. Sorprendentemente mágico. Aunque creo que es una radio sencilla, si la comparamos con el potente micro receptor con mp4, grabador y cámara fotográfica incorporada que se ha comprado un amigo mío, quien dice que ha metido la pata, porque su artilugio es tan complejo que le está costando mucho tiempo y paciencia conocer su funcionamiento. Y él lo compró ante todo para escuchar la radio.

La tecnología puede convertirse en una atractiva invitación a complicarnos la vida, a no ser que dediquemos mucho tiempo para aprender a seguir su ritmo de evolución. Compramos aparatos que nos ofrecen mil y una prestaciones, de las que conocemos la mitad y utilizamos la tercera parte, y sin embargo los desechamos al poco tiempo para comprar otros más complicados. Con cada nuevo aparato adquirido se lleva usted un manual que quizá le saque los nervios de quicio. Contra eso la mejor solución es hacerse el duro y abstenerse de indagar en las nuevas tecnologías. Claro que deberá conformarse con escuchar su sencilla radio; y si quiere ver la televisión, tendrá que hacer el esfuerzo de leerse el manual de un TDT.