TEtl Estudio General de Medios dice que los extremeños somos los primeros consumidores de televisión. Tal estudio no aclara si esa adicción televisiva es o no causa determinante de nuestro nivel cultural. ¿O es exactamente eso lo que aclara? Está suficientemente analizado que el excesivo consumo de televisión va en detrimento de algo tan determinante culturalmente como la lectura. Televisión y lectura no parecen avenirse demasiado bien y una y otra actividad están en relación directa con la educación recibida, que como es sabido echa raíces en tiempo y hora oportunos, es decir, temprano y en la escuela. Ahora que sobre los docentes no paran de caer chozos, viene la doctora Gvirtz y dice que "cómo vamos a pretender que los chicos se acerquen a la lectura si los propios maestros no leen", basándose en una escuesta del Instituto Nacional de Planificación Educativa de la UNESCO, que identifica el consumo cultural de los docentes con opciones populares y masivas (TV) por encima de la lectura: el 73% ve la televisión frente al 40% que lee a diario.

Es un hecho comprobado que la televisión desplaza al libro y otro hecho de experiencia diaria que el número de analfabetos funcionales crece: aprendieron a leer, pero el desuso les ha llevado a salir corriendo cada vez que avistan un libro, con las consecuencias que tal conducta acarrea. La cosa vendría a ser más o menos así. Lo que se percibe pasivamente a través de la vista y el oído rebaja el nivel de atención hacia las artes alfabéticas, con el consiguiente deterioro del lenguaje, que es también el deterioro del pensamiento, íntimamente unido éste a la facultad de expresarlo. Por tanto cuando se reduce el sistema lingüístico se reduce el espacio mental y esto sucede cada vez que uno se atornilla al sillón de la televisión y engulle indiscriminadamente cuanto le ponen delante, prescindiendo de toda práctica de razonamiento y expectativa lógica.

Las secuelas, a la vista: en general los extremeños tenemos un lenguaje pobre, una elocución torpe, imprecisa, primaria y confusa, que revela nuestro primer puesto como teleadictos, y nuestro último lugar como lectores. Habrá que empezar a cambiar las posiciones.

*Licenciado en Filología