Apropósito de la próxima emisión por Tele 5 del telefilme Vuelo IL8714 --basado en el accidente aéreo de Spanair en Barajas, el 20 de agosto del 2008--, y de la creciente expectación y del debate que se está creando se ha convertido en costumbre conceder a los afectados por una desgracia el derecho no escrito a ser los máximos, y a veces únicos, portavoces de toda opinión relacionada con ella, y la censura previa de cualquier intento de levantar la voz fuera de su cerco blindado de duelo.

Ante el simple anuncio del telefilme, ya se le acusó, juzgó y censuró a priori, particularmente desde las asociaciones de víctimas, sin más pruebas que las propias expectativas y sin más voces que la del escándalo y la de la indignación, justificando, además, su derecho a boicotear su emisión. ¿No se debería respetar, a la par que el dolor de los afectados, el derecho de la sociedad a emitir su opinión, siempre que sea respetuosa con las partes? ¿No debería concederse a la ficción la posibilidad, a través de la recreación, de producir un efecto sanador sobre el accidente, al exponer públicamente sus causas y lanzarlas al debate público?

En todos los comentarios recientes, todo el mundo se ha atrevido a aventurar lo peor. Dada la reputación que precede a la cadena ante temas similares, los temores no son injustificados. Sin embargo, nadie se ha atrevido a pronosticar que el filme puede haber sido realizado con rigor, con voluntad de respeto a las víctimas y con el propósito de avanzar positivamente, por ejemplo, en el debate sobre la seguridad aérea. Consideren que al verlo, quizá, contribuyan no al dolor, sino más bien, y por una vez, a avivar la llama de su propia dignidad ciudadana.

Pedro Lara García **

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