Hace menos de un mes que Luis Rubiales, recién elegido presidente de la RFEF, confirmaba y ampliaba el contrato de Julen Lopetegui como seleccionador nacional hasta el 2020. Parecía que, después del escándalo de Villar, se instalaba otra manera de gestionar el fútbol. Pero dos días antes del inicio del Mundial de Rusia, ha surgido lo imprevisto, un huracán que se ha instalado en Krasnodar, sede de la concentración de la Roja. El anuncio del fichaje de Lopetegui como futuro míster del Real Madrid estalló como una bomba, justo en las vigilias de la cita más importante del calendario. Ahora, la destitución del seleccionador --a pesar de que el vestuario lo apoyaba-- deja a España sumida en el fiasco, en una situación crítica, absolutamente anómala e inédita. Cabe preguntarse de nuevo hasta dónde llegan los tentáculos de Florentino Pérez, porque la maniobra del dirigente madridista --fulminante, sin casi avisar a la RFEF y en un momento que solo contribuye a desestabilizar el panorama del combinado-- ha sido, como mínimo, poco elegante. «Las formas no han sido las correctas», declaró un Rubiales visiblemente afectado. Tampoco las de un Lopetegui desleal con su compromiso. La Roja encaraba un Mundial con expectativas sólidas. Ahora vive con zozobra en la incertidumbre. Tendrá que reponerse y demostrar en el terreno de juego que el proyecto sigue en pie, aunque descabezado por el club blanco.