TEtspaña reúne más contratos de trabajo temporales que la suma de Gran Bretaña, Italia, Suecia y Bélgica. Si a estas cifras le añadimos que 7 de cada 10 contratos laborales en Extremadura tienen corta fecha de caducidad, encontraremos los ingredientes del principal problema estructural del sistema socio-económico de nuestra región. De la rigidez de un pasado, en el que era poco menos que imposible hacer contratos para tareas coyunturales, hemos pasado al caso contrario. Hay quien dice que esto es la modernidad en estado puro y la libertad de poder cambiar de puesto para mejorar, pero se oculta que España, y Extremadura en particular, no se puede ir de un trabajo a otro.

Los mismos que preconizan las bondades de la flexibilidad, desconfían de quien tiene contratos en precario para darle un crédito o alquilarle un piso. La temporalidad crea incertidumbre, no permite el ahorro sino la subsistencia y, lo que es más grave, no implica al trabajador como parte de la empresa para hacer mejor su tarea y sentir los proyectos como propios. Tener un contrato no es tener trabajo: la próxima vez que nos den las cifras de empleo no nos den el número de documentos firmados sino el de personas que encarrilan el futuro con una cierta esperanza.

*Profesor