WUwn desastre natural como la cadena de maremotos del domingo en el sureste de Asia, originado por el más potente terremoto en 40 años, hubiese causado una mortandad en cualquier lugar. Pero en el Pacífico, por ejemplo, que cuenta con un sistema internacional de alerta de tsunamis, sin duda se habrían salvado muchos miles de vidas.

En las dos horas que tardaron en llegar las olas gigantes, Sri Lanka y la India podrían haber evacuado sus costas. Pero ni los gobiernos recibieron el aviso ni tienen medios para difundir y coordinar una alerta inmediata. En países donde cada año mueren muchos miles más de personas por la desnutrición, la falta de agua o las enfermedades --aunque los paraísos turísticos oculten esta realidad--, parece que prevenir fenómenos de este tipo no es prioritario.

Que una sociedad sea más o menos vulnerable a una catástrofe natural depende de su desarrollo. Por ello, un área que ya ha encajado indefensa el seísmo puede sufrir un segundo desastre, con miles de personas sin hogar y bajo epidemias. Al Primer Mundo le compete ahora enviar ayuda urgente, coordinada por quien conoce el territorio y pensada más para solucionar problemas que para apaciguar conciencias.