TEtn nombre del progreso y de las bondades de la economía poblacional que mostró Malthus , los rostros pálidos cambiaron el uso del suelo de los indios comanches sin que al jefe le diese tiempo a presentar alegaciones contra el PGOU impuesto por Washington y su 7.º de caballería; incluso Roma Vaticana bendijo el asalto, que así también --a través del tren-- se conducía la Biblia hacia los nuevos indómitos terrenos rústicos. Detrás de todo y de todos seguían brillando las levitas negras de los banqueros.

Hoy, es quizá poco discutible considerar al sector de la construcción como buen indicador de la economía en gozoso progreso; lo que no entiendo es que también sea un índice fiable de la penuria habitacional de muchas parejas. A lo mejor uno no debería tener tantas viviendas como le permitiese su dinero, o en tal caso, debería articularse un gravamen conforme al número de viviendas que una persona posea; porque el consentimiento de esta ilimitación actual, frena las posibilidades del cumplimiento efectivo del mandato constitucional de asegurar para todos una vivienda digna.

Entre nosotros, el número de viviendas construidas crece mucho más deprisa que el número de habitantes; de seguir este ritmo, llegaremos pronto a la cifra teórica de dos españoles por vivienda, sin embargo miles de ciudadanos tienen bien caro dónde caerse vivo. Curiosamente, el problema parece crecer en el ciudadano en la misma proporción que se aumentan las ganancias de los promotores.

La permisión de nuevas construcciones debiera estar supeditada a dos principios constitucionales: el primero, a que efectivamente se garantice vivienda digna a las nuevas parejas que se forman, o a los ciudadanos que estrenan autonomía; el segundo, a que también se ejecute el mandato constitucional de la solidaridad entre los ciudadanos que habitan núcleos de población desemejantes. Las facilidades para la construcción de nuevas viviendas y para el cambio de uso del suelo, han de ser más ágiles y protegidas cuanto menos habitantes tenga la población. Cada nuevo adosado, cada pomposo ático construido en una ciudad, es un navajazo a las entrañas de los pequeños núcleos rurales. Y cada nueva vivienda que se estrena en una ciudad, es una casa vieja que se cierra definitivamente en un pueblecito.

Una ciudad sólo se hace sostenible con pueblos sostenidos.

*Maestro