Nos golpean y decimos que nos hemos dado contra la puerta, una y otra vez. Pero si al fin nos hartamos y nos golpean y decimos la verdad, nos quieren convencer por tierra, mar y aire que ha sido el granizo, especialmente si el moratón no se ve. El apoyo social y mediático y las disculpas del maltratador caen en cascada.

Que si la denuncia es falsa. Que si una ex lo califica de feminista. Que si hay que cumplir sí o sí las resoluciones judiciales. Que sin denuncia no se puede hacer nada. Que si el interés superior de los menores. Que si él aceptó la sentencia por violencia de género mediante acuerdo -aunque obviamente no había hecho nada- para no dejar de ver a los niños. Que si los comentarios en redes son el 90% a favor de él. Que si…

Ellos cuentan con el apoyo masivo de los suyos e incluso con un grupo selecto de ellas, a las que, por supuesto, se les da voz no tanto para defenderle -que no lo necesita- como para enfrentarla a la mujer supuestamente mentirosa que lo ha denunciado.

En cambio, para ellas, la situación cambia como del día a la noche. No sólo deben ocultarse, sino que quienes la apoyan deben medir bien sus palabras no vaya a ser que sean constitutivas de delito o de incitación al odio o de animadversión hacia el bendito padre. Obviamente, el grupo de hombres que la apoyan es mínimo, casi sin voz y circunscrito a expertos y profesionales en la materia.

Que ella haya tenido que huir de él, que ella tenga que esconderse, que él tenga antecedentes de violencia de género, …, todo eso es irrelevante, la delincuente es ella, ¿por qué razón?, eso es lo de menos, ya se encontrará la forma de pillarla en flagrante incumplimiento de ley, la bruja es ella, recuerden, ¿cuántas cazas de brujo ha habido en la historia del homo sapiens? Ninguna. O dicho de otro modo, para las dúctiles sensibilidades machistas, que el machismo mata, que el feminismo no mata.

Por huir será acusada de abandono del hogar. Si además se lleva a los niños, de secuestro. Si lo denuncia, de falsedad. Pero es que, además, si hiciera todo lo contrario, igualmente sería sancionada. Si no huye ni lo denuncia, será acusada de mala madre y se le podrá retirar la custodia, además de seguir mereciendo ser torturada, vigilada y perseguida por el maltratador.

Imagínense ustedes la misma retahíla apologética para otro tipo de terroristas. Defendidos a capa y espada como ciudadanos de bien, demócratas sinceros, ángeles de bondad infinita según su entorno familiar. Apoyados por multitud de manifestantes con pancartas y desafiando a las víctimas de su acción terrorista.

Imagínense ustedes ahora el mismo caudal de defensa para ellas… Otro gallo nos cantaría. Pero seamos sinceros, la Ley y la Justicia están todavía de espaldas frente al terrorismo machista. Los mismos que tienen que aplicarla no se creen las pocas normas que hay al respecto. Y lo que hay es tan pobre que ni siquiera sirve o ni se cumple. Y lo que servía, como la jurisdicción universal, ya se la cargaron.

Me sigue resultando incomprensible cómo la denuncia de un maltratador levanta hercúleas defensas y airadas complicidades entre la mayoría de varones, que al igual que los hinchas de un equipo de fútbol, sienten como propias las victorias y derrotas de sus iguales. Es muy notable esta conducta fanática entre los jóvenes, por lo que la pregunta es obvia: ¿qué narices se está haciendo desde la educación y la prevención de conductas machistas?

¿Qué narices estamos haciendo desde el ámbito educativo para que una situación de discriminación de género objetiva sea interpretada por los chicos como un ataque personal y por las chicas sólo merezca un silencio casi absoluto?

¿Qué disonancia social cognitiva estamos sembrando en las mentes de la juventud para que una chica que lee un texto sobre el patriarcado delante de su ordenador, con conexión a Internet, te pregunte qué es eso del patriarcado o que una estudiante de doctorado prefiera firmar sus trabajos científicos en masculino porque el femenino denota menos rigor y seriedad?

¿Qué psicopatía social estamos alimentando para que al hablar de desigualdades en un aula universitaria haya desde indiferencia a incomodidad, y casi la única manifestación sea la de algún chico ofendido y airado por la temática, que a su juicio es obscena?

Seamos sinceros, el feminismo de verdad es anticapitalista y nadie quiere cruzar esa línea, por lo que lo mejor es el silencio o sucedáneos como el ‘minuto de silencio’ tras cada feminicidio. Ahora, eso sí, ¿defender a las vivas?, ni mijita, cuando se mueran ya las reconoceremos… Mientras tanto, yo también quiero salir en la foto… ¿Todas somos Juana?, desde luego. ¿Todos somos Juana? Habrá que discutirlo..., pero vaya por delante que soy muy demócrata y mucho demócrata, muy feminista y mucho feminista…

*Profesor universitario (Cáceres).