En estos tiempos de la hipercomunicación hay un lenguaje al que nos vamos acostumbrando de forma prácticamente inconsciente: el lenguaje de las etiquetas.

En informática e internet todos los contenidos están etiquetados ; clasificados en categorías que sirven para agrupar conceptos, datos, productos y contenidos. De esta forma se puede buscar información sobre un mismo tema a una velocidad de vértigo.

Sin embargo, cuando esto se aplica a las personas de una forma sistemática y masiva, es cuando asistimos con cierto estupor al etiquetado de las cosas más inverosímiles. Estamos rodeados por estudios de pacotilla y encuestas de andar por casa, que nos desvelan lo que está de moda, las tendencias, lo que sí y lo que no... pero lo hacen con tal frecuencia que casi continuamente se transmite la sensación de que no estás a la moda en muchos aspectos... un renovarse o morir , que resulta vertiginoso.

Este tipo de comportamiento actúa como una mano que nos empuja y que suele ir más deprisa que nuestros pies. Algunas de las consecuencias de todo esto se reflejan en un consumo banal y sin sentido (que financia a los que nos etiquetan), en unos estereotipos que marginan a los/las que quedan fuera o bien en unas relaciones sociales en las que la gente se etiqueta mutuamente y genera prejuicios que no benefician a nadie. ¿O sí?

Ignacio Caballero Botica **

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