Vivimos tiempos de amistades peligrosas. De la que mantienen Blair y Bush habla, en El Mundo, el cuatro veces ministro y expresidente de la Comisión Europea, lord Roy Jenkins, quien sospecha de la ambigua posición del premier británico: "Dice que su intención es prevenir que Bush vaya a la guerra contra Irak, y que la única forma de hacerlo es manteniéndose muy cerca (...), pero eso no me convence".

Con el distanciamiento propio de un octogenario, revisa su carrera y confiesa: "Me da pena no haber sido primer ministro, aunque me obligué a que eso no me amargara. Ahora pienso que he sido más feliz que Callaghan, Health, Wilson y, desde luego, más que la señora Thatcher".

Quien no vive el momento más feliz es Aznar, a quien, en El Mundo, Pedro J. Ramírez le dedica un apoyo condicionado. "Hay más razones para estar con él que contra él (...), el dirigente centrista, liberal, tolerante, moderado, dialogante y audaz (...) que durante una buena parte del 2002 ha dado la sensación de haberse cogido un año sabático". Y añade: "Tal vez sea un mero ejercicio de voluntarismo, pero ése es el Aznar cuyo regreso anhelo".

Y sin quitarle su responsabilidad en la tragedia gallega, el catedrático Francisco Rubio Llorente hace hincapié, en El País, en la incapacidad mostrada por la UE: "Es sorprendente que una entidad cuya acción se orienta por la subsidiariedad no se haya considerado obligada a dotarse de medios para atender a necesidades comunes cuyas dimensiones exceden con frecuencia de las fuerzas de un solo Estado". Justo es decirlo.