El escritor húngaro Imre Kertész, con una obra basada en el Holocausto, recibía ayer el Nobel de Literatura en Estocolmo, y estos días se estrena la película El pianista, de Roman Polanski, basada en un hecho real, cuya acción transcurre en el gueto de Varsovia, en el que llegó a haber 500.000 judíos, de los que sólo 20 consiguieron sobrevivir, entre ellos el protagonista del filme.

A ambos les une la actualidad, el tema de sus trabajos, la etnia judía y el campo de exterminio de Auschwitz, en el que estuvo internado el escritor y en el que murió la madre del cineasta. Las obras del húngaro y la película del polaco merecen la atención de un público sensible hacia la gran locura que fue el nazismo y están de acuerdo en la opinión de que es oportuna la coincidencia, por aquello de que el olvido de los disparates del pasado es el caldo de cultivo de su repetición.

Pasa lo mismo con la guerra y con la inmediata posguerra española, de las que fue culpable un discípulo bajito de los tiranos Hitler y Mussolini. Después de años de silencio, como fruto del borrón y cuenta nueva de la transición, aflora ahora en los medios de comunicación la tragedia española, 66 años después de su comienzo. Los que creen en agoreros pueden decir que hay una fuerza superior que nos quiere avisar que estemos prevenidos, porque los hechos se podrían repetir.

Observemos los hechos con atención, pero no seamos tremendistas. Celebramos que lo que hace más de medio siglo ocurrió en Europa y en España merezca el interés de los más jóvenes. En este sentido, bienvenido sea el Nobel para Kertész y el estreno, a la vez, de la última de Polanski.