Vivimos momentos sombríos. A cualquier lado al que miremos, la nada va absorbiendo el mundo: catástrofes naturales, inquietud climatológica, atentados, intolerancia con el diferente, ciberdelincuencia,... Y esto a niveles mundiales, porque descendiendo a lo más mundano, dirijas la mirada a donde la dirijas, siempre encontrarás a alguien que trate de atornillar tu felicidad, tu tranquilidad y tu armonía en aras de fastidiar por fastidiar.

No pretendo ser negativo, pero sí realista. Cada uno poseemos una nanoculpa por lo que ocurre en el mundo y sólo combatiendo esa parcelita personal, contribuiríamos a mejor nuestro alrededor; seríamos más felices y dejaríamos a los ciudadanos del futuro un mundo mejor.

Sin embargo, no sólo se trata de una utopía, sino de una imposibilidad. Nadie sería capaz de poner de acuerdo a toda la humanidad para salvaguardar a la multitud.

El egoísmo suele primar sin darnos cuenta que, el daño que haces al de al lado, es el menoscabo que te infringes a ti mismo.