Sobre las polvorientas calles diseccionadas por obras inútiles, para que cesen.

Sobre la vergüenza propia de algunos y algunas, para que se iguale a la ajena.

Sobre las palabras sin sentido de algunos ediles, para que encuentren la razón.

Sobre ciertos administradores municipales que dicen que hacen por su ciudad, y sólo hacen, lo que no dicen, por ellos, para que termine ya esta farsa.

Sobre las cuentas corrientes y las cajas de seguridad, para que dejen de engordar.

Sobre la conciencia del necio, para que rectifique.

Sobre el periodista a quien le agarran la mano al escribir, para que la tinta se diluya.

Sobre el gobernante que agarra la mano del periodista, para que sus pensamientos se emborronen.

Sobre los concursos de méritos, para que el juego sea limpio.

Sobre los noticiarios-nodos y algunos medios de comunicación, para que los primeros den noticias y los segundos sean enteros.

Sobre los proyectos faraónicos, para que el desatino y la avaricia de unos pocos no se convierta en las ataduras de muchos.

Sobre los oídos sordos, para que escuchen a los ciudadanos. Sobre los informes de algunos empleados públicos, para que dejen de ser cuenta-cuentos.

Sobre los ayuntamientos ubicados en oficinas privadas, para que vuelvan a su sede oficial.

Sobre la indecencia, la impunidad, el lameculos, la puta rica, el escribano, el cabrón, el pícaro, el ladrón, el cortejo, los colocados, los perdones, las recaídas, y demás vicios y viciosos que describiera el Arcipreste de Hita.

Para que se limpie, sobre todo esto tiene que llover (y diría Pablo Guerrero: ¡A cántaros!).

Gregorio Yáñez Mestre **

Mérida