La exigua mayoría de un voto, --por otro lado, lo que estaba previsto-- que permitió ayer al Gobierno sacar adelante el decreto con las medidas de austeridad presupuestaria, puso de relieve la soledad en la que José Luis Rodríguez Zapatero afronta la fase más dura del reajuste. Ni siquiera la abstención de CiU, determinante para la aprobación del decreto, suavizó la debilidad del Gobierno: si el partido nacionalista catalán evitó al Ejecutivo quedar en minoría, ´endiéndolo´ como un acto de responsabilidad a la altura de la gravedad del momento, su portavoz Durán i Lleida también aprovechó la ocasión, con un lenguaje durísimo y sin concesiones, para desvanecer toda esperanza de que el gesto tenga continuidad. De tal manera que, más que nunca, el Gobierno debe construir puentes que le permitan contar con una mayoría parlamentaria solvente para aprobar los presupuestos de los dos próximos ejercicios y poner sordina a quienes están ansiosos de que se produzca un adelanto electoral.

Entre estos últimos, el PP se muestra especialmente excitado, convencido de que, con las encuestas en la mano, no se le puede escapar la presa de la Moncloa. Solo bajo estas circunstancias se comprende que negara su apoyo al decreto, cuando lo que realmente reclama el mundo financiero es unidad política para afrontar con garantías la gestión de la crisis. Mucho más si se tiene en cuenta que ni el contenido concreto del decreto ni los objetivos perseguidos chirrían dentro del marco de referencia ideológica de los populares. El plan de ajuste cuenta, además, con el beneplácito del Ecofin y del Fondo Monetario Internacional (FMI) y, en términos generales, se atiene a los criterios generales aplicados en otros países de la eurozona. De forma que solo las perspectivas electorales parecen inspirar el discurso inflamado de Mariano Rajoy, que, por lo demás, tiene desorientados a sus correligionarios con sus salidas de tono euroescépticas.

Ni que decir tiene que hay razones de sobra para criticar al Gobierno y al modo como está haciendo las cosas y en el momento en que las está haciendo, pero los ciudadanos han entendido mucho mejor que el primer partido de la oposición que pocas alternativas quedan a lo cocinado por el equipo de Rodríguez Zapatero. A la vista de los datos de la encuesta publicada ayer por EL PERIODICO EXTREMADURA --el 58,2% de los españoles estima necesario el tijeretazo--, resulta preocupante que haya quien anteponga la posibilidad de que se produzca un adelanto electoral a la necesidad objetiva de arrimar el hombro.

Tan urgente es que el Gobierno entienda que no puede llegar a otoño sin reforzar su posición en el Parlamento como que la oposición admita que, en caso de paréntesis electoral, tal vez salga beneficiado en apoyos de los ciudadanos, pero lo lograría a cambio de dañar decisivamente la recuperación económica.