La Italia política sigue montada en su particular tiovivo. Hace pocos meses el Movimiento 5 Estrellas (M5S) del cómico Beppe Grillo parecía que disputaría el primer puesto al Partido Democrático (PD) de Matteo Renzi en unas hipotéticas elecciones generales, mientras que Forza Italia, el grupo de Silvio Berlusconi, no conseguiría resucitar ni repetir el matrimonio de conveniencia con la xenófoba Liga Norte de Matteo Salvini. La rotunda elección de Renzi en las primarias de su partido a principios de abril auguraba la preeminencia del PD, mientras que el pésimo balance de la actuación de varios alcaldes del M5S, como el caso de Roma, devolvía a este movimiento a un lugar próximo a la casilla de salida. Pero esto ocurría hace dos meses. Siguiendo con la tradición suicida de la izquierda italiana, el PD vive una lucha fratricida dentro del propio partido y entre este y otras formaciones próximas o afines. El escollo se llama Renzi y su excesivo personalismo, que no admiten ni discusión ni pactos. Pero al mismo tiempo, si la izquierda sigue ocupando un espacio político importante es gracias a él. Mientras, la derecha se está recomponiendo. Salvini ha superado la barrera regional y ya no reivindica la Padania, y Berlusconi sigue estando vivo políticamente. Ambos han sido capaces de superar sus diferencias para volver a aliarse. Renzi debería ser la solución para lograr la estabilidad política y sacar a Italia de la atonía económica, pero por ahora el líder del PD es el problema.