El novelista peruano Mario Vargas Llosa se escandalizaba ayer en las páginas del diario El País por la reacción que ha provocado el libro de Hernán Mingoya Todas putas. Vargas Llosa considera que quienes "por oportunismo, hipocresía o simple ignorancia se precipitaron a blandir el libro de cuentos (...) como un garrote contra Miriam Tey y el Gobierno que la nombró tienen una idea de la literatura que coincide milimétricamente con la de los regímenes autoritarios --clericales, comunistas, fascistas--, para los que el quehacer literario debe ser sometido a una rigurosa censura previa a fin de impedir que ciertos textos disolventes, inmorales o violentos causen estragos en los incautos lectores, convirtiéndolos en subversivos, terroristas, asesinos y pervertidos (...) Detrás de esta concepción ingenua y confusa de la manera como las ficciones influyen en la vida hay, en verdad, un miedo pánico a la libertad".

Vargas Llosa explica que ha leído "no menos de media docena de veces" el capítulo de la novela de Joanot Martorell Tirant lo Blanc que "tiene como cráter el feroz desfloramiento de la princesa Carmesina por el héroe".

"Juro por mi santa madre que todavía no he violado a una mosca", proclama el escritor.

Vargas Llosa defiende que, en una sociedad sana, la ficción es la vía de escape de "aquellos fantasmas con los que a hombres y mujeres nos resulta más difícil convivir por su naturaleza beligerante, retorcida y a veces perversa, esos demonios que nos avergüenzan, asustan y no sabemos cómo sacarnos de encima".